por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: rnaranjot
– ¿Por qué no llamamos a Fulanito?- proponía alguien de la pandilla- Al pobre no le llama nunca nadie.
– Por algo será- sentenciaba el único de entre nosotros que tenia dos dedos de frente.
Tarde o temprano acabábamos llamando a Fulanito y recordando porque llevábamos años sin hacerlo: era un impresentable que en cuanto se tomaba dos cañas nos metía en toda clase de problemas.
Cada uno es responsable de su propia existencia.
Y, en líneas generales, la mayoría de nosotros tenemos lo que nos hemos buscado.
Saberlo facilita mucho las cosas, la vida es mucho más llevadera cuando sabes lo que quieres y a qué estás dispuesto a renunciar para conseguirlo; cuando aceptas como algo inherente a la naturaleza humana que la moneda, te pongas como te pongas, siempre tendrá dos caras:
Trabajar por cuenta ajena supone renunciar a la libertad por la seguridad.
Trabajar por cuenta propia supone renunciar a la seguridad por la libertad.
Vivir en pareja supone renunciar a la alegre vida del soltero.
Vivir solo supone renunciar a la cálida vida del casado.
Y así ad infinitum.
Sin embargo, muchos parecen ignorar este principio elemental y creen que repasando a diario su rosario de lamentaciones, conseguirán algo mejor de lo que tienen.
– Soy muy desgraciado, mi mujer y yo ya no nos queremos.
– Pues sepárate.
– No puedo.
– ¿Por qué no?
– Por mis hijos.
– Pero… si ya no vive ninguno con vosotros.
– Ya, pero para ellos sería un palo.
– Estoy segura de que podrían superarlo.
– Sí, puede que sí. La que no podría superarlo es mi madre, a su edad. Un disgusto así la mataría.
– Bueno, tiene ochenta y seis años ¿no? De algo hay que morir.
– Ya, pero ¿y si me separo y soy todavía más desgraciado?
– Es un riesgo que tienes que correr.
– Me da miedo correr riesgos.
– Entonces, no te separes, deja las cosas como están.
– Pero es que sufro mucho..
– Ve a una terapia.
– No me hacen nada las terapias.
– Aprende a jugar al golf.
– Soy alérgico a la hierba.
– Échate una amante.
– No quiero mentir a mi mujer.
– Entonces, suicídate.
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Entre la vida del crápula y la del cónyuge fiel con horario de oficina hay todo un abanico de caminos, y en todos ellos se puede ser desgraciado y feliz. Quizá en fin de cuentas todo se reduzca a dos factores: tener más o menos suerte, y tener más o menos serotonina congénita en las neuronas. Los que no tenemos ninguna de esas dos cosas hemos de conformarnos con la satisfacción de ir capeando vientos adversos. Que no es poca.
De acuerdo con la serotonina.Pero conformarnos en eso de capear vientos adversos, me parece patético Ricky. Con Humor.Susana ( una mujer argentina)
….
– Entonces, suicídate.
… – Es que lo que más miedo me da es la muerte.
Jeje, Javier muy bueno.
Aunque me temo que lo que más miedo da no es la muerte: es la vida.
Muy bueno Marisol
Se requiere mas energía para ser feliz que infeliz.
Y más esfuerzo
Y más pelotas ( con perdón)
Que se suicide