Miguel Pérez de Lema
Cuando empezamos en esto de Proscritos solíamos hacer críticas de cine y de novelas, pero nos fuimos transformando en otra cosa.
-¿En qué?
-Ni idea, supongo que en nosotros mismos.
Ya sólo de vez en cuando comentamos algo que nos parece que de verdad merece la pena. Algo que nos toca las tripas.
Y de tocar las tripas, pero bien, va esto de Cigarette burns -quien vea el final de la película comprenderá esta frase literalmente-.
Un capítulo de una hora que el maestro absoluto John Carpenter dirigió dentro de la serie Masters of Horror, en 2005. No sé si lo ha emitido alguna tele aquí o si llegó a los cines. Yo la he comprado en uno de esos containers de pobreza y trueque que están proliferando por el centro. Uno de esos sitios donde los niños pobres llevan a vender su Playstation y los gafapastas llevan su colección de DVDs cuando los desahucian del pisito compartido de Malasaña.
Bendiciones de la crisis. Una vez que han fenecido, los video clubs, resurgen en forma de muertos vivientes. Lo bueno es que ya no alquilas, ni te sometes al criterio del tipo del video club. Sólamente rebuscas entre los despojos y encuentras cosas raras, y te las llevas por cuatro o cinco euritos. Las cosas que la gente, que es rara, tenía en casa. Y eso mola.
Así me topé yo la otra tarde con Cigarette burns. Y me dio algo más la tarde. LLevo dos semanas dentro de la pelíclula. Pensando. Pensando por ejemplo en lo malo que es casi todo el poco cine que he visto en los últimos años. He comprendido que no es que el cine ya no me guste, sino que he visto tanto que ya no soporto más que las películas que tengan algo que contar.
Y son tan pocas.
Algo así, pero en extremo, le ocurre a Kirby Sweetman y al señor Ballinger, y a todos los que participan en esta historia. La búsqueda de una película excecpional, de la que existe una única copia, y que acumula tanto poder y tanta maldad que mata al que la ve. Y sin embargo siempre hay alguien dispuesto a verla.
Acostumbrado al cine burdo, sin ideas, sin poso, esta película es un atracón antropológico, teológico, mítico, cinéfilo y literario. Y te marca como una quemadura de cigarrillo.
Una historia sobre el bien y el mal, la búsqueda fatal del conocimiento al precio de la destrucción propia, lo ominoso, la culpa, el coleccionismo, la crueldad, el desafío del hombre a los dioses, la obsesión, la existencia física del alma, el poder sobrenatural de las imágenes, la tentación, la condenación eterna… ¡En una hora!
Aquí va la sinopsis: «Kirby Sweetman es el dueño de una sala de cine al borde de la bancarrtota, y un especialista en hallar películas raras. Un día recibe la llamada del Sr. Ballinger, un millonarios coleccionista de películas oscuras y extremas. Sweetman acepta el reto que le propone; encontrar la única copia existente de una película llamada «Le fin absolute du monde». Según cuenta la leyenda, esta cinta causó una gran ola de muertes cuando se proyectó por primera vez en el festival de cine fantástico de Sitges»…
Carpenter, -y los guionistas Drew McWeeny y Scott Swann- deberían ir al cielo por habernos regalado esta joya en la que alguien rueda una película snuff con un ángel auténtico y le cortan las alas para hacer con ellas un trofeo.
Sí, se han ganado el cielo del séptimo arte. O tal vez el infierno.
Pero hay que verla.
0 respuestas a «Cigarette burns: cine teológico»
Hola, felicidades por este blog maravilloso, me ha gustado mucho. En el otro blog leí el articulo de la prostitución de los escritores, me gustó mucho, quisiera pedir permiso para compartirlo en mi blog, quiero decir, publicarlo, claro que poniendo todos los datos de quien es el autor, y todo lo demás.
Saludos.
Yaneth
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Miguel Pérez de Lema