Por Marisol Oviaño
El amor es una droga dura.
¿Cómo distinguir un adicto al amor de una persona enamorada?
La persona enamorada suele blindar el corazón cuando el amor se acaba. Porque el fin del amor, ese momento en el que la venda cae de los ojos y el otro deja de ser la pareja perfecta, es triste, y precisa de lágrimas y soledad para superar el miedo a la realidad que vemos sin creer. Sin el otro nos sentimos inacabados y tendremos que reinventarnos la vida. Si has estado enamorado, te has acostumbrado a mirar por los ojos del otro, a ver el mundo en función de vuestra geometría, necesitarás tiempo para dibujar de nuevo las líneas de tu existencia. Y durante una buena temporada huirás de todo lo que tenga un remoto regusto a amor como un exyonquie veterano evitaría la compañía de sus antiguos compañeros de viaje.
El adicto al amor no se da tiempo a sufrir, a llorar, a mirarse al espejo y reconocer que también él dejó que todo muriera. El adicto al amor saltará de una relación a otra como una rana entre nenúfares, su vida suele ser un interminable suma y sigue en el que rara vez se concederá descanso.
¿Cuál de las dos opciones es mejor?
La que más feliz te haga.
La que más felices haga a los demás.
Amar es hacer felices a otros.
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Un adicto al amor también es alguien que depende de y está compulsivamente enfocado hacia el cuidado de otra persona. Los adictos al Amor suelen tener baja autoestima y falta de auto-identidad, y su adicción puede provocar un comportamiento obsesivo, de control.
Las consecuencias de la adicción al amor son variadas. Los adictos al amor suelen tener relaciones a largo plazo con problemas en la intimidad, pero la adicción también puede afectar económicamente, profesionalmente, socialmente, física y emocionalmente.