por Mujerabasedebien
Fotografía en contexto original: fondosgratis
El señor Estepario cree que puede controlarlo todo.
Y a veces entiendo que lo crea: ha logrado detener el tiempo a su alrededor.
De regreso al cuartel, paro en su castillo inexpugnable, donde todo está en su sitio y todos saben cuál es el lugar que ocupan.
Conmigo no saben muy bien qué hacer.
No saben si dispensarme el mismo tratamiento que a otros oficiales de mi ejército, si tratarme con la delicadeza que merece una dama de la corte (no en vano soy la niña de los ojos de la Comandante), o indicarme el pasillo secreto por el que se adentran aquellas que se abren de piernas en su cama; mujeres sin nombre, sin voz y sin biografía, a las que él da la espalda en cuanto han cumplido su función.
Durante la cena, Estepario y yo nos hemos puesto al día sobre asuntos de la guerra. Después nos hemos sentado frente a la chimenea (Estepario también controla la meteorología, y tras las murallas de su fortaleza es crudo invierno) con una botella de coñac.
Es un hombre hermoso, que en ningún momento se permite contemplarme como lo que soy: una mujer. Se dirige a mí como si yo fuera otro hombre, como si mi uniforme no resaltara mis caderas, como si a mi camisa no se le hubiera desabrochado un botón. Con la segunda copa, pido permiso para quitarme las botas, él me lo concede y yo me libro también de los calcetines. Le descubro absorto en mis pequeños y femeninos pies, probablemente sean los únicos que ha visto en los últimos años, no creo que se detenga en esos detalles con sus queridas de urgencia. El deseo brilla durante unas milésimas de segundo en sus ojos y aprovecho para meter mis pies de mujercita bajo sus fuertes muslos de hombre. Él desvía la mirada hacia el fuego y le cojo la mano.
– No- musita sin mirarme.
– ¿Por qué no?
Me atrae hacia él, poso mi cabeza sobre su pecho y le abrazo. Al fin, él me abraza también
– Porque tú y yo sabemos que tu misión es volar la muralla que tantos años me ha costado construir- contesta dándome un beso en la frente.- Y, te seré sincero, llevo mucho tiempo deseando que alguien la vuele, volver a ser libre otra vez.
– ¿Entonces?- pregunto besando sus labios.
– Entonces…- hace una alto para besarme a la vez que afloja su abrazo- tú ya no tendrás ninguna razón para volver aquí. Ya sabes donde están tus aposentos. Buenas noches.
Echo un leño al fuego y me sirvo otro coñac.
Si pudiera, le diría la verdad:que yo sólo vengo aquí por el placer de su compañía.
La encargada de volar sus murallas nació dentro de ellas, tiene once años y ahora duerme plácidamente a pocos metros de aquí, ajena a su papel en la historia.
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Al estilo proscrito un texto que nos guía misteriosamente entre la escena y los pensamientos de los personajes, para no perderse entre erotismo de la atmósfera así como llegar a un final imprevisto de relato corto.
Enhorabuena por el enganche del escrito, ya que interesa de principio a fin.