Por Pedro Lluch
Yo lo he leído ya un par de veces.
La primera vez lo leí en la edición que Lumen editara con traducción de José-María Valverde al castellano, a finales de los 60. La segunda con traducción (mucho mejor, no en balde se llevan estas dos traducciones ibéricas 20 años) de Jofre Mallafré al catalán. Ronda en las cajas de libros que mi divorcio dejó varadas en desvanes de mi far-west la traducción de Léautaud, al francés, pero aún no le he hincado el diente en francés, y no me atrevo a hacerlo en inglés todavía, pero todo se andará. (En esas mismas cajas andará acumulando oscuridad FinnegansWake, que nadie ha osado, que yo sepa, traducir aún; la compré durante mi primera visita a Londres, sí: me confieso fetichista libresco…).
Fascina en el libro de Joyce la grandísima libertad que se dio el autor. Usando el recurso del stream of conscience que anteriormente ya habían explorado otros, Joyce, en 1922, fue capaz de llevarlo al papel de manera extrema. Fascina pues la pericia técnica.
Fascina igualmente el retrato de la vida, de la pura vida (a menudo triste, mezquina, pedante, zafia…) de esos barrios de Dublín, de esas gentes grises. Es como aquella serie inglesa llamada West-Enders, pero avant la lettre. Dejarse llevar de la mano por la prosa de Joyce es confiarse a un amigo al que, a ciegas, dejas que te lleve de fiesta a los lupanares, a las tabernas, a las tediosas reuniones de trabajo, a la intimidad de su cagar, a la libertad de su deambular por la playa (¿¿¿¿¡¡¡¡¡alguien puede decirme que no es fantástico el relato del paseo del joven Stephen por la playa!!!!????), a la interioridad confusa y cachonda del duermevela de Molly.
Ulysses, como los grandes libros (mencionaré también, ciñéndome sólo al s. XX europeo, À la recherche du temps perdu, o el Hombre sin atributos) es un libro que no tiene por qué leerse de corrido. Puede uno entrar en él por las mil puertas que ofrece. In media res es tan interesante como si empezamos en el torreón y llegamos a meternos en la cama adúltera de Molly. Además, seamos realistas: el ritmo de vida con que pagamos las facturas no deja tiempo para sentarse horas y horas a desgranar vidas ajenas. Y sin embargo el mérito de estas obras es que precisamente, con una valentía envidiable, con un modernismo que la Televisión Digital High Definition jamás podrá mostrar, o el blog más procaz y desnudo no alcanzará nunca, se nos hace entrega de la verdad de otros.
Para gente que, como yo, carece de empatía, personas que tenemos problemas para entender el punto de vista ajeno, para saltar al otro lado de la frontera del yo, estos libros, y el de Joyce particularmente (pero podría asimismo mencionar alguno de Faulkner, o el incombustible Under the volcano), permiten dar este salto. Además de la maestría y mérito puramente técnicos, estos libros abren las puertas de la percepción. Aportan algo a la humanidad que no suele abundar: verdades humanas.
Eso sí: hay que darles la mano desde la confianza y decir: Anda, llévame adelante y enséñame. Y así podremos decir con el rollizo Mulligan en las primeras páginas del Ulysses: Introibo ad altare Dei.
Y dicho esto, también yo me bajo a la piscina. Amén.
0 respuestas a «Más Ulysses»
yo no tengo piscina.
pero sí tengo el libro y no he pasado, ni pasaré, de las cincuenta páginas.
Tanto Marisol como Pedro tienen razón. Ella defiende el derecho del lector a no comulgar con ruedas de molino y él explica su experiencia positiva como lector.
Creo que lo más importante del debate es el ser un lector libre, sin complejos y sin fetichismo. (ambos lo sois)
Un libro sólo es un libro. Y que sea difícil de leer no es un demérito pero si lo es -insuperable- que no sea atractivo. Joyce no me pone.
Quise leer Ulises después de conocer a Coetzee y a su Elizabeth Costello, gracias a las constantes referencias literarias…
Tengo 20 años. Casi 21….
Supongo que a los 22 lo volveré a intentar