La vida tiene estas cosas: Hace unos meses, Rafael Herrero se dejó caer por la trinchera proscrita. No nos conocíamos de nada, pero estuvimos charlando sobre el mundo editorial y la literatura. No hemos vuelto a vernos hasta hace unos días, en que volvió a pasarse para contarme que acababa de ganar el premio Kutxa de Teatro con la obra No me hagas daño, publicada ahora por la editorial Alberdania.
ESCENA VEINTE
LUISA Me voy definitivamente, no me busques, por favor. Es lo mejor para todos… Me voy antes de que sea demasiado tarde… Me has hecho mucho daño, Raúl, pero aunque nadie lo entienda, ni yo misma lo entiendo, no te odio… Por favor, no me hagas más daño, y, sobre todo, no se lo hagas a Paula… ¿Sabes…? Tengo tanto miedo… Mientras te escribo esta carta, estoy aterrada… Me he ido a una cafetería para escribirla rodeada de gente. Tengo miedo de que aparezcas, de repente. Me gustaría ser invisible, desaparecer cuando oigo la llave en la cerradura… Tengo miedo de tus pasos, del sonido de tus pasos por el pasillo, del grifo que abres, del vaso que coges del armario, del silencio, de no saber dónde estás… ¿Estarás en la cocina, o en el dormitorio? ¿Estás a punto de entrar al salón, o quizá ya estás dentro, mirándome? Tengo miedo de encontrarte en la calle. Tengo miedo de que me arrastres hasta la habitación de Paula, para pegarme delante de ella. Tengo miedo de que no te guste la ropa que llevo puesta. Tengo miedo cuando te acercas a mí, y me abrazas, porque has tenido un buen día. Tengo miedo cuando en la cama me buscas, y me acaricias. Y, ¿sabes?, lo peor de todo es que cuando me pegas, cuando me gritas, cuando me insultas, y me dices que no sirvo para nada, que soy una inútil, que soy una puta, una mala madre…, yo, después, cuando me quedo sola, en silencio, cuando a veces me falta el aire para respirar, y me ahogo, y me miro al espejo, me siento culpable…, pienso que he hecho algo mal, pienso que no soy como tendría que ser, y eso me deja como muerta, peor que muerta… No quiero vivir, no puedo más…, pero nunca tuve valor, tú lo sabes. Soy una cobarde… Pobre Paula, cuánto ha sufrido por mi cobardía… Y ahora, en esta cafetería, rodeada de gente, sentada en un rincón, desde donde veo la puerta de la calle, te escribo esta carta de despedida y me acuerdo de nuestro amor… De mi amor… Iba a tus clases y me sentía atraída por ti, como hechizada… Mis amigas no lo entendían, me decían que me había vuelto loca, que eras muy mayor, que podías ser mi padre… Pero yo me había enamorado de ti, de tus palabras, de tu forma de ser, tan atenta, tan maravillosa… ¿Cuándo cambió todo?… ¿Por qué no me di cuenta a tiempo?, ¿por qué no me marché con la niña? Estaba ciega, cuando me diste el primer empujón… Ciega, cuando me insultaste por primera vez, cuando tiraste la mesa por el suelo y rompiste los platos… Ciega…, cuando me agarrabas del pelo, cuando te reías de mí… Raúl, no me hagas más daño, por favor… Por favor…