por Juan Hoppichler
En India se ve gente morir de hambre en las calles.
A partir de ahí, atribuirle belleza o habilidades catárquicas al país me parece, cuanto menos, una canallada eurocéntrica más. India tiene una cultura reaccionaria y supersticiosa, un sistema político-económico que justificaría la ejecución de todo su gobierno, y unos habitantes que viven militantemente ajenos a la suerte de sus conciudadanos más desfavorecidos. Ninguno de entre nosotros querría vivir allí -ninguno podría-, así que evitemos la hipocresía de ensalzarla o justificar sus miserias según el tópico de “es que es otra cultura”.
Los voluntarios occidentales, bienintencionadamente, vamos a salvar al régimen, a cubrir sus deficiencias. Deberíamos de no hacer nada para que el Estado Indio tuviera que enfrentarse a su ineptitud ( hay hambre, pero el gobierno se gasta millones de dólares en armamento nuclear) y a la posibilidad de revueltas.
Aunque los que vamos a colaborar por lo menos no costamos dinero ni perjudicamos. Porque también hay cientos de ONG españolas, generalmente unipersonales y creadas por algún egomaníaco incompetente, que gastan impunemente el dinero “público” enajenado a los trabajadores ibéricos. Se les ve por ahí, en los hoteles, satisfechos, diciendo que han llevado medicinas algún pueblo perdido o alfabetizado a seis niños del slum. Gestas insignificantes por no tener continuidad ni haber sido planificadas, que deberían de competer al Estado Indio, y que junto con las dietas y copas, igual han costado miles de Euros.
Comparados con las intromisiones corruptas de las ONGs, las Misioneras de la Caridad son un ejemplo de entrega altruista. Ellas viven y mueren allí, entre “los más pobres de entre los pobres” (¡qué sentido tienen estas palabras cuando se ve aquello!), comparten su hambre, y no sacan tajada. Merece la pena pasarse por allí y ofrecer nuestro tiempo. Huelga decir que ni preguntan por nuestras creencias. Mientras no te asuste la miseria eres bienvenido.
0 respuestas a «La ciudad de la alegría, 3»
Sí Juan,no es poco convivir con el dolor, la muerte y la carencia total y a la vez: compartirla.Ejemplo altruista el de las Misioneras, el de vivir «entre» y «con» los mas pobres del mundo.Caridad y compasión.Valor y cobardía.Respeto: para todos aquellos que pueden acercarse.Me asusta la miseria irremediablemente.Susana (una mujer argentina).
Hace poco vi una película sobre la vida de Teresa de Calcuta. La película no era ninguna obra maestra, pero ilustraba a la perfección la entrega de aquella mujer. Renunciar a todo, a todo, para ayudar a los demás. Cuesta trabajo hasta imaginarlo.
Y ¿cómo se vive después de regresar de allí? Porque no debe ser lo mismo que volver de unas vacaciones en la playa.
Mortimer:
Esa fue la pregunta que le hice a Juan en el art. anterior de «Ciudad de la Alegría 2».Me respondió.Podés leerla.Susana (una mujer argentina).
Yo supongo que, lo más difícil, será no hacer que los demás se sientan culpables por vivir sus vidas sin pensar en la miseria.
¡Hola! La verdad es que todavía no sé si he vuelto…
Ahora mi afición consiste en reventar veladas buenrollistas. O sea, estoy con unos modernillos en una café de modernillos e interrumpo la conversación sobre lo estupendos que somos por ser modernillos y describo como es amputar dedos muertos de un leproso sin anestesia. (También he visto eso – no, he colaborado. Al hacerlo sin anestesia el paciente no para de moverse y los voluntarios nos teníamos que subir sobre su espalda para inmovilizarlo)
Después de mi explicación, se hace un silencio incómodo. Y sí, alguno de los modernillos se siente cumplable, supongo.
Huelga decir que no me llaman mucho para quedar desde que he vuelto.