por Miguel Pérez de Lema
A Cervantes, claro, no le dieron el premio Cervantes. A ninguno de los que les han dado el Cervantes serán mañana Cervantes. Porque en el ser Cervantes entra el que a uno no le den el premio Cervantes.
Cervantes entra en el Olimpo de la gloria póstuma con el valor añadido de haberlas pasado putas toda su vida. Mutilado, cornudo, envidioso, secuestrado, encarcelado, arruinado, un largo camino lleno de bofetadas, como el de Alonso Quijano pero sin su grandeza. Cervantes escribe el Quijote para sacar a un personaje al que no le afecten las bofetadas, que está por encima de ellas, y el autor se redime así de la rabia de haberlas recibido él mismo, a quien sí le afectaron. Cervantes perteneció al tipo humano del odiador.
seguir leyendo
Fotografía en contexto original:purkinje17
0 respuestas a «Miguel de Cervantes»
Lo cual viene a recordar a otra escritora, Teresa de Ávila, santa que en su día fue por tratar de sacarse de encima, y durante toda su vida, y sin hablar claro, con esa humildad tan paradójica en una Doctora de la Iglesia, sacarse de encima, digo, el légamo de su condición de familia de conversos, condición tan mal tolerada en la España del XVI. También Teresa odió, pero ella trocó su odio en zalamería femenina y la sazonó con ínfulas de magia religiosa, expresada en rastrera humildad de persona inteligente que ve que, de no protegerse así, se verá peor tratada aún (por mujer, por inteligente, por presunta conversa…).