por Mamá
Hay días en que el hogar se convierte en un martirio.
Tanto, que me quedo un ratito más en el trabajo para retrasar el momento de regresar y preguntar a ver ¿qué has hecho esta tarde?
Ya tuve que desatar el Armagedón a mediodía para separarlos.
Se me ocurrió decir que quedaban helados de los que alguien nos había regalado. Había para todos. Pero el mayor, que tiene el síndrome del Conde Draco, insistió en que faltaba uno, y no dudó en acusar a su hermana de habérselo comido a escondidas.
Y ella hoy tenía el cable torcidito.
Y él es muy pesado. Siempre anda contando cuánta comida hay, y si se le mete en la cabeza que alguien se ha comido algo que -siempre según su criterio- no debería, insistirá e insistirá hasta que el culpable diga: ¡sí, he sido yo!
De nada ha servido que yo dijera que me daba igual quién se lo hubiera comido.
De nada ha servido que pidiera al uno que se callase y a la otra que no se pusiera tan histérica: al final han acabado sacudiéndose.
Castigo.
Injusticia.
A él/ella nunca le castigas.
Me cansa esta absurda competición entre ellos.
No quieren darse cuenta de que compiten en ligas distintas: él es mi hijo, ella es mi hija.
Él es de una manera, ella de otra.
Lo que vale para uno, es inútil para la otra. Nadie diría que tienen el mismo padre ausente. Pero doy fe de que los dos son hijos suyos.
No se dan cuenta de que es imposible que les dé lo mismo y actúe con los dos de la misma forma; porque no soy Dios y no soy ni omnipotente ni, por supuesto, omnipresente: no puedo estar las 24 horas del día vigilándolos para saber quién ha empezado.
De buena gana, habría llamado a alguien después de echar el cierre y me habría ido a tomar una caña como el cabeza de familia que soy. Tanto trabajo, tantas facturas, tantas preocupaciones, tantas responsabilidades… Joder, me lo merezco.
O, cuando menos, habría entrado en casa fingiendo que no me acuerdo de las asignaturas suspendidas. Seguro que, después del Apocalipsis desatado a mediodía, nos habríamos echado unas buenas risas mientras preparaba la cena.
Pero lo primero es lo primero.
Entro a dar un beso al Niño Divino, el de las buenas notas y los diplomas firmados por Esperanza Aguirre, que está jugando a la consola.Cuando me agacho a darle un beso me dice: quita mami.
– Vale. Que te haga la cena la consola.
– ¡Pero mami, que yo no quería…!
Le he dejado con la palabra en la boca y he entrado en la habitación de Mi Colibrí, preparada para lo peor.
– A ver, qué has hecho esta tarde.
0 respuestas a «Educa y vencerás, pero joder lo que cuesta»
…anda que si algun día tienen que discutir por quien usa el coche… moraleja anticipada: mas te vale que no haya coche.