por Robert Lozinski
Fotografía en contexto original: alunastase
A Ceauşescu y a su esposa los mataron a balazos. No sé si de Kalashnikov, eso yo no lo sé, pero acabaron hechos una criba.
Dicen que hasta el último momento se mantuvieron dignos, mirando a la muerte de frente. También puede ser que no acabaran de creerse lo que les estaba ocurriendo: aquellos a los que estuvieron humillando durante años no podían ser capaces de enseñar los cojones. Pero los enseñaron, y terminaron por destronarlos. Poco importa ya si lo hicieron solitos o con la ayuda de no sé qué servicio secreto extranjero.
Los políticos, que cambiaron urgentemente de pellejo en aquel momento, nos siguen asustando 20 años después con la Sombra del Dictador. En la ronda final de las elecciones de 2009, el candidato demócrata liberal, Traian Băsescu, nos volvió a acojonar con el espectro comunista a fin de arrebatarle votos a su rival socialdemócrata, Mircea Geoană que, dicen, es un comunista disfrazado.
Alguien se encarga todavía de dejar ramilletes de flores frescas sobre la tumba del Dictador , 20 años después, . Y si por casualidad volviera ¿a quién fusilaría primero?
Hay un chiste ruso que dice que en el último Congreso del Partido Comunista Soviético, mientras Gorbachov habla a todos de su Perestroika, aparece Stalin, se dirige hacia la tribuna y espeta:
– Punto primero en el orden del día: fusilar a Gorbachov. Segundo: repintar el Kremlin de verde.
Murmullos en la sala, silencio y expectativa. Alguien levanta una mano temblorosa
– ¿Me permite una pequeña pregunta, Iosif Visarionovichi? ¿Por qué hemos de repintar el Kremlin de verde?
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Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena
0 respuestas a «La sombra del dictador»
Y lo que te rondaré, morena.
Aquí algunos quieren hacernos creer que Franco todavía está vivo.
¿Y no es así?
No, el que está vivo es el amiguísimo del Conducator, ese que veraneaba en los palacios del comunismo, y que pasó de las fosas de Paracuellos del Jarama a repartir diplomas de demócrata: Santiago Carrillo.
Conversos aquí los hay a punta pala.