Yo quería hacerme mayor para que la muerte dejara de darme miedo.
Oía a mis padres hablar de sus padres, muertos mucho antes de que naciera yo, y pensaba que los adultos sabían algo que los niños no sabíamos. Si yo pensaba en que mis hermanos y yo pudiéramos quedarnos huérfanos, el terror me paralizaba. Y sin embargo, mi madre, mi padre, mis tíos, los amigos de mis tíos, todos hablaban con naturalidad de los muertos, incluso contaban anécdotas graciosas que nos hacían reír.
A la fuerza tenía que haber algún secreto que los niños ignorábamos.
Cuando murió mi padre, hacía años que yo era madre.
No fue la primera persona que vi morir, ya tenía cierta familiaridad con la muerte. Pero nunca me había quedado huérfana.
No fue como imaginaba de niña.
Había sufrimiento.
Había el mismo miedo de los siete años.
Había amor.
Había sabiduría.
A raíz de su muerte, mi vida y la de mi circo, cambió.
Mi padre nos acompaña a todas partes, le oigo opinar cada vez que levantamos la carpa en un pueblo nuevo, le grito cuando enferman los elefantes, le doy las gracias cuando el público aplaude a rabiar.
Ahora ya sé cuál es el secreto de los adultos.
0 respuestas a «El secreto de los adultos»
Hola Marisol,
enternecedoras tus palabras, Supongo que a la muerte de los padres uno vuelve a nacer, pero ya huérfano. Besos.
Duro y tierno a la vez. Potente.
Rodolfo, tu frase antológica. Te la robo.
Genial, potentee, descarnado y sabio
Un adjetivo más, hermoso
Gracias Marisol, creo que es justo lo que sentí que ya no era rama sino raíz.
Bien aventurados sean los miedos delos niños de siete años desde el principio de los tiempos,benditos los adultos que nos enseñaron el secreto de la sonrisa en esta fiesta juglaresca de aplaudir la vida en un recuerdo.Susana ( una mujer argentina)