por Miguel Pérez de Lema
La obsesión de Sade no era el sexo, sino el poder. El sexo era el medio con el que ejercer ese poder y, sobre todo de enfrentarse al Poder, con mayúscula: los estamentos, la justicia, las costumbres. Su literatura hoy, que estamos ya cansados de haberlo visto todo, nos ofende muy poco, nos repugna lo justo, y tal vez por eso podemos ver claramente al moralista que dirigía la mano, la lengua y el pene de aquel libertino.
Ensalzado por los surrealistas, que vieron en él al adelantado de la provocación como forma de arte, Sade tiene hoy las municiones gastadas, tanto como los propios surrealistas. Hacia el final de su vida Buñuel tuvo un último encuentro con Breton y el santón del grupo se despidió de Buñuel, sadiano confeso, con esta frase: ´desengáñate, el escándalo ya no es posible`. La provocación se ha multiplicado hasta el infinito, se ha hecho infinitesimal, doméstica, y como toda subversión se ha diluido al pasar del gueto de lo prohibido al consumo de masas. Pasando del underground al pop, se ha abaratado.
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Fotografía en contexto original:adwinans