por Manumitida
Fotografía en contexto original: magicapresencia
En los últimos días he dedicado muchas horas a navegar, y he encontrado algo común a los anarquistas, la ultraderecha, los hermanos salafistas y una abrumadora cantidad de hombres normales y corrientes: un rabioso odio contra las mujeres.
En El País hoy se publica un artículo que viene a decir que, cuando una mujer económicamente independiente se divorcia, no quiere volver a casarse. Muchos de los comentarios a ese artículo hablan de las mujeres en el mismo tono que las páginas que antes os he comentado.
Muchos hombres ven a las mujeres como seres calculadores que se casan para cortarle los cojones al hombre y buscarle la ruina. Muchos explican que, una vez que lo han obtenido todo: ¿para qué van a volver a casarse? La Justicia de este país es una mierda: hay hombres que después de un divorcio se quedan sin nada y encima tienen que seguir pagando la casa en la que su mujer ha metido a su amante, y hay mujeres que, como yo, llevamos tres años esperando que salga el juicio por abandono familiar. La Justicia dista mucho de ser justa.
Pero el dinero no es la única explicación al hecho de que muchas no quieran volver a casarse ni muertas. Se supone que la vida en pareja es un quid pro quo, pero la realidad es que un elevado tanto por ciento de los matrimonios, la mujer carga con todo: gana tanto o más que el marido, se encarga de los niños, de la casa y encima tiene que estar mimando la vanidad de un hombre que quizá haga años que dejó de satisfacerla en todos los sentidos. Llega un momento en el que tu marido sólo es un hijo más. Y tú te casaste para tener un compañero.
En mi caso particular, no me quedé con la casa. Le propuse que se la quedara él, que se quedara también con los niños y me ofrecí a pasarle una pensión. Eso era la teoría. En la práctica, cuando vio el trabajo que conlleva ocuparse de una familia, salió corriendo. Literal. Vendimos la casa y cada uno se quedó con la mitad. Él se gastó en seis meses el dinero en impresionar a su nueva mujer. La conoció un viernes por la noche y el sábado por la mañana me llamó para decirme que lo nuestro había sido bonito mientras duró, pero que él ya estaba enamorado de otra. En cuanto se le acabó la pasta, dejó de pagar la pensión de sus hijos y dejó de atenderlos, llamarlos o recogerlos cuando le tocaba. A todos los efectos, hace años que mis hijos sólo tienen padre sobre el papel. Además, dejó de pagar el coche que le avalé cuando estábamos casados y que él se llevó cuando nos separamos (yo tuve que comprarme uno).
¿A alguien puede extrañarle que recele del matrimonio y hasta del amor?
Ahora tengo cuarenta y tres años, vivo muy feliz con mis hijos- como podría haber vivido su padre si hubiera querido-, estoy enamorada de mi profesión, que me proporciona una suculenta vida social y relaciones enriquecedoras, tengo amigos y familia que me quiere. Paso apuros para llegar a fin de mes, si tuviera una pareja que aportara algo a la economía familiar, viviría más desahogada.
Pero perdería una libertad que me ha costado una guerra ganar.
0 respuestas a «Es la libertad, estúpido»
Tengo que decir algo acerca de esto, sobre todo x que he tenido precios parecidos en mi historia.Nunca se debería perder el sentido de ser libre en pareja, mas aun sería la utopía mas deseada.Pero, casi siempre es lo contrario.Lo importante, es recuperar ese sentido.Lo demás es anécdota (no vienen al caso los detalles).Por siempre libres.Susana ( una mujer argentina).