(Imagen en su contexto original en: www.elfelix.com)
Miguel Pérez de Lema
Cuando eras pequeño veías así, con deformación expresionista, con humor y pavor dickensiano, a los adultos. Gentes oscuras, grotescas, desaforadas.
Lo malo es que ahora que los conoces, que podrías pasar por uno de ellos, te siguen pareciendo igual de extraños, hostiles e insignificantes, los adultos.
Por el camino has recorrido algún trecho con otros niños asustados y descarados -somos exactamente eso, niños asustados y descarados-, lo justo para compartir punto de vista y confirmar que tenías razón, que la gente es una cosa rara y fea, a lo mejor también sublime y tiernísima, y que a poco que uno se fije, se nota.
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Jejeje.
Es curioso como se ve el mundo adulto desde la infancia. Yo creía que los adultos lo sabían todo, que no tenían dudas y que, cuando yo tuviera cuarenta años, podría invitar a mis hijos a comer a un restaurante y dejarles que pidieran angulas, como hacía mi padre.
¡Quién me iba a decir a mí que ni siquiera iba a tener para comer en el Burger King!
Más asustados que descarados algunos … (ejem-ejem). Bueno, qué bien lo has explicado, de que forma tan tierna. ¡Gracias!
un saludo