por hijadecristalero
Fotografía en contexto original: elsentaito
El barrendero y yo nos cruzamos a diario.
Tendrá más o menos mi edad, más de cuarenta, y es un caribeño regordete y alegre como un huevo kinder en el escaparate de una pastelería.Siempre nos saludamos con una gran sonrisa, recordándonos el uno al otro que él es un hombre y yo una mujer; yo fumando el último cigarro antes de abrir el cierre, él barriendo.
Una mañana a mi paso dijo: Esto nos está matando, me pilló un poco despistada y no lo cogí a la primera ¿el qué? Me miró burlón, cogió su pitillo entre las yemas de las dedos para que comprendiera de qué me estaba hablando, y me eché a reír bueno, de algo hay que morir. Desde entonces, intercambiar frases más o menos ingeniosas forma parte de nuestra rutina.
Cuando salgo temprano, me lo encuentro a treinta metros de mi trabajo.
Cuando voy tarde, a treinta metros de mi casa.
Esta mañana he superado la primera esquina con éxito: ni rastro del barrendero, llegaba a tiempo.
Delante de mí, un hombre muy mayor empujaba un viejo carrito de llevar maletas cargado de propaganda por repartir. Hasta hace poco, los hombres de su edad que se cruzaban en mi camino eran felices jubilados que hacían la compra a diario para dar un poco de emoción a sus vidas. Pero últimamente veo a muchas gentes de venerable edad trabajando en la economía sumergida. Mientras le adelantaba y comprobaba que era español, no he podido evitar pensar en México, donde vi trabajar a todo el mundo: niños, ancianos y lisiados.
Mi barrendero, en la esquina de los días tempraneros, me ha sonreído y se ha dirigido sin dejar de sonreír al hombre que había dejado a mis espaldas.
– ¡Pero bueno! ¡Si pareces un peruano o un boliviano!
– Calla, negro del carajo- ha contestado el viejo con guasa y un envidiable sentido del humor-. que yo todavía soy blanco. Ya sabes de quién es la culpa.
– De todos los negros y los moros que hemos venido a quitaros el trabajo.
– Pues ya sabes lo que tienes qué hacer ¿no?
– Claro- ha dicho risueño el caribeño dirigiéndome la última mirada y la última sonrisa antes de que doblara la esquina-. Subirme a la patera.
– Y llevarte a todos los cabrones de políticos contigo, que no se te olvide.
0 respuestas a «El barrendero caribeño, el jubilado y la contribuyente»
¡Fascista!
Veo que te están gustando estos articulillos.
Lo que no sé es si un espejo puede ser fascista. Yo sólo cuento lo que se refleja en mis pupilas, you know.
¡Fascistaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
jejejejejejejeje, si sigues llamándome fascista tendré que hacerte fusilar.
Oye, ¿no nos vamos quedando un poco soliplás en la trinchera?
Necesitamos urgentemente un nuevo psicótico que haga de enemigo quintacolumnista oficial.
¡Arriba escuadras a vencer, y que tiemble el misterio, one more time!
Me suena a un gran sentido del humor, y un hablarse de tu a tu sin un átomo de racismo.
Estos que decís «Fascista» veis la paja en ojo ajeno y no la viga que tenéis en el vuestro
«Fascista» ¡Que expresión tan mal aplicada y fuera de lugar ! Un adjetivo calificativo que por irreal se transforma en insulto de manos de una izquierda incapaz de otra cosa.