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Tener un objetivo

por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: suite101
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La vida es mucho más llevadera cuando se tiene un objetivo y se lucha por él.
Las dificultades del camino se afrontan entonces como etapas que hay que superar, y no como inexplicables castigos de un Dios injusto y caprichoso.

A pesar de que mi economía está en permanente situación crítica, no puedo evitar sentirme una privilegiada cuando me comparo con aquellos que no tienen más ilusión que vivir sin trabajar. Objetivo que, en el 99,9% de los casos, jamás se alcanza. Quien sueña con vivir sin trabajar, odia su trabajo, y nadie que odie su trabajo conseguirá nunca un éxito que le permita jubilarse antes de tiempo. Confiar que la suerte cumpla por si sola nuestro objetivo- un premio gordo de la lotería, por ejemplo- es, cuando menos, una ingenuidad. Si nos paramos a pensarlo, descubriremos que los grandes triunfadores suelen ser trabajadores infatigables, porque aman lo que hacen y su objetivo no es el dinero. Para ellos el dinero sólo es un medio para conseguir un fin.

Quienes hemos tenido la suerte de nacer con una vocación, deberíamos dar gracias.
Los domingos por la tarde no sufrimos depresión prelunes y los golpes de mar, lejos de barrernos de cubierta, nos fortalecen.

A los doce años, mi objetivo era escribir.
A los cuarenta y tres, sigue siéndolo. Escribir y sacar a mi familia adelante.
Mejor o peor, lo voy consiguiendo: tengo muchos lectores y mis hijos crecen imparables aprendiendo que, cuando uno ama lo que hace, la vida es más agradable para todos los que le rodean. Antes de que me dé cuenta seré una vieja escritora que cuenta batallitas a sus nietos. Y moriré con la tranquilidad que da saber que el objetivo para el que vine al mundo ha sido cumplido.

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