por hijadecristalero
Comprar una Coca-Cola se está convirtiendo en un asunto de conciencia.
No por rollos imperialistas, sino porque la guerra global ha llegado a nuestro pequeño pueblo.
Antes se la compraba a un señor que tiene un pequeño comercio de esos que obligan a su propietario a levantarse a las cinco de la mañana, cargar cajas, repartir por restaurantes y colegios, despachar en la tienda junto con su mujer, cerrar a las ocho y media y acostarse a las diez de la noche.
Un currante nato. Un tipo sin formación que ha logrado todo lo que tiene a base de partirse el espinazo. Y además, es simpático y campechano y siempre que paso por allí charlamos un rato. Le compro la fruta y la verdura, y, empecé comprándole la coca-cola de media mañana porque era quien más baratas las vendía (afortunados los que pueden tomarse un pincho de tortilla en una barra de bar). Pero nunca estaban suficientemente frías.
Descubrí un supermercado que estaba a la misma distancia (aunque tenía que subir una buena cuesta), las tenía al mismo precio y a la temperatura perfecta.
Pero a la puerta siempre hay un rumano (se turnan tres, dos hombres y una mujer) con su caja de cartón, su estampita de la Virgen y su mirada de te pasaríamos a cuchillo si pudiéramos. Los rumanos están sucios, su ropa es muy desastrada, piden sentados en la calle, con la cabeza gacha y la mirada torva. No tienen nada que ver con el negro que vende La Farola en un supermercado que está dos calles más abajo. Es un hombre enorme y supongo que, por la oscuridad de su piel, subsahariano. Tiene una mirada bovina que no expresa nada, la procesión va por dentro. Es limpio y tiene buen aspecto, podría trabajar en una oficina. Siempre está de pie, a veces se apoya en la barra que sujeta los carritos, pero nunca le he visto en el suelo.
A pesar de su color negro retintado, de su envergadura física y de sus ojos que ocultan lo que piensa, los pequeños rumanos dan mucho más miedo. Al menos a mí.
Y el otro día unos chinos abrieron una tienda tres portales más abajo. Pero los chinos me planteaban un dilema patriótico: prefiero hacer negocio con gente a la que conozco, personas que saben donde trabajo, quién soy y cuántos hijos tengo. Ayudar a la economía del pueblo comprando en tiendas de las de toda la vida. Un sentimiento un poco a lo Gran Torino. Pero joder, nadie se come tanto la cabeza por una puta lata de Coca-Cola. Así que me fui al chino diciéndome que, si la tenía más barata y bien fría, acabaría contribuyendo definitivamente a la chinización de Europa, al fin de la clase media, a la esclavitud de las 65 horas semanales, a todas las revoluciones obreras que dignificaron la existencia de muchos millones de personas, al avance despiadado del capitalismo sin alma.
La lata del chino valía lo mismo que las demás: 80 céntimos.
Y, cuando salí, comprobé que el borde, la parte en la que tenía que aplicar mis labios, estaba llena de porquería.
El próximo día volveré a la tienda del señor. Quizá sus coca-colas no sean las más frías, pero están limpias y el trato al cliente es, sin lugar a dudas, el más humano.
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0 respuestas a «Comprar una coca cola y hacer patria»
Si nos vamos a quedar en que solo vemos chinos, negros, rumanos y «gente de bien», y dejamos de ver personas en cada ser humano…no vamos a acabar únicamente con la clase media o los logros de las revoluciones obreras sino que de facto acabaremos con el concepto de la dignidad humana y todos los logros sociales y éticos de los últimos siglos en Europa. Logros inspirados casi todos ellos por los humanismos ya sean de la raiz que sean (grecolatina, cristiana, marxista, etc ) y base filosófica de los derechos humanos.
Y ¿quién ha dicho que los chinos, los negros y los rumanos no sean personas?
Quizá la venda de la corrección política no te deje ver más allá de las «personas», y para ti sea lo mismo una señora rubia que conduce un todoterreno que vale lo que yo gano en tres años, que un inmigrante negro que sólo sabe decir hola y hasta luego y sujetar un periódico en una funda de plástico, que unos mendigos perfectamente organizados por la mafia rumana, o unos comerciantes chinos que, saltándose todas las leyes habidas y por haber tienen a los niños en la tienda para que les hagan de intérpretes.
Todos ellos son personas.
Como los banqueros.
Cada vez que veo a Botín en la tele, pienso lo mismo que cuando saludo al negro del supermercado: mira, una persona.
Lo mejor sería dejar de ver el color y la nacionalidad de las personas. Les aseguro que el chino, el negro y el rumano están ahora en España porque en sus paises no hay condiciones para vivir. Lo mejor será incluirlos a la cartografía nacional. Nadie deja su tierra por puro gusto. Recordemos que las dictaduras han hecho que en distintas épocas la gente emigre. En México, cuando la Guerra Civil española, los recibimos con los brazos abiertos y si a algunos les decían despectivamente «gachupines», esos españoles se partieron el lomo y han hecho grandes fortunas, sirviendo también al engrandecimiento de su nueva patria, México.
Ojalá que no veamos en el otro las diferencias sino las coincidencias y aportes. Eso haría que éste fuera un mejor mundo. Todos somos peatones. Todos somos inmigrantes.
Saludos,
Rodolfo Naró
PS. y recuerda, hijadecristalero, que todos los paises tiene mafias, no sólo los rumanos.
Veo que no he logrado el propósito con el que escribí el artículo, porque todos hacéis comentarios de «todos somos seres humanos». Partamos de la base de que todos los protagonistas de este artículo son seres humanos y tienen derecho a una vida digna, al menos sobre el papel. Y que sé de sobra que nadie se cruzaría África para pasar frío y calor a la puerta de un supermercado europeo por gusto. Y que sé que en todos los países hay mafias, ladrones y asesinos.
No he sabido escribir lo que quería escribir, ha sido fallo mío. La pregunta que quería que os hicierais era: ¿a quién comprarías tú el refresco?¿te supone algún dilema moral elegir con quien te gastas lo poco que tienes?
Hijadecristalero, si coincido plenamente contigo en que hay un dilema moral elegir con quien te gastas lo poco que tienes, y creo que como consumidores tenemos un poder de elección que aunque sea pequeño, cuenta y podemos hacer que sirva de algo si lo usamos responsablemente. En eso estoy de acuerdo. Un saludo
Hijadecristalero,
celebro que tengas tantos comentarios en tu post, significa que hubo cierta polémica y eso nos hace a todos reflexioanr, se ven las distintas aristas. Yo compraría la coca cola con quien me da mejor servicio: quien la tiene más fría o me da mejor trato, su mejor sonrisa, que ahora en estos tiempos el ser amable se ha convertido también en un valor.
Saludos mexicanos,
Rodolfo Naró