por artistadesconocida
Fotografía en contexto original: lujoencruceros
Mi amigo Ernesto (personaje del que ya les contaré anécdotas muy divertidas) va una o dos veces al año a un crucero con toda la familia, todo ello organizado y pagado por su suegro.
En el último, hubo un motín de pasajeros a bordo.
Estaban en no sé qué puerto de Grecia o Turquía, y a la hora de emprender rumbo a otro lugar, había un viento de cojones. Ningún barco podía salir de puerto.
Y sin embargo, los pasajeros, occidentales con saneadas cuentas corrientes, tarjetas de crédito doradas, seguros de hogar, de coche, de vida, de enfermedad y de accidentes, no atendieron a razones: si no salían en el momento que habían contratado en sus países de origen, perderían una escala y no podrían contar a sus amistades que habían estado en la playa X.
No había manera de que entendieran que un tifón nunca lee las letras pequeñas de los contratos.
Querían salir de puerto a toda costa, y arriesgar sus vidas para bajarse en otro destino en el que harían exactamente lo mismo que en los anteriores: fotografiarlo y grabarlo todo para enviarlo a los amigos con la Blacberry, comprar y consumir. Por supuesto, el capitán hizo caso omiso de la pataleta, como un padre que sabe lo que es mejor para sus hijos, y el barco permaneció toda la noche al abrigo del puerto. Los pasajeros hicieron reuniones, gritaron hasta quedarse roncos, aplaudieron, cantaron, y se dejaron llevar por el subidón de la masa, por el calentón de sentirse defensor de una causa justa, por el veneno de creerse, al fin, protagonista del curso de la Historia. Enardecidos por el fragor de la guerra, acordaron tomar represalias y atacar al enemigo por sorpresa.
Y la noche de cena de gala con el capitán, se presentaron en el restaurante en chancletas.
0 respuestas a «dinero y estupidez»
Lo has pintado tan bien que me parece verlo.
A muchas de esas personas su dinero las pone en un lugar de privilegio desde el que deciden por los demás (subordinados, parientes), pero su estupidez no les permite elegir la mejor opción. Por eso, en parte, estamos como estamos.
A mi modesto entender, demasiada seguridad nos convierte en niños egoístas e ignorantes.
Seguro que las xancletas eran de marca.