por Rodolfo Naró
Fotografía en contexto original: fillingtheframe
La adolescencia ha sido la peor etapa de mi vida. Por eso no me gusta ni la moda ni la música ochentera. Releo mis primeros poemas y son de un azotado terrible, de una gran desolación. Siempre me enamoraba de la compañera más guapa de la preparatoria, de la chica más popular y buena de la colonia. Por supuesto que nunca se fijaba en mi. Mis poemas le daban miedo. No los entendía. Terminaba amándola en silencio. Envidiando a quien por simpático o con dinero, la conquistaba.
Mi primer trabajo fue revisar el contador interno de hojas de las copiadoras Nashua que la compañía daba en concesión. Más tarde llevarles la factura y recoger el pago. Era un cobrador de copias. Después trabajé en Banca Serfin, como controlador de tiempos y movimiento de las cajeras. Puesto que me daba cierto poder. Con cronómetro llevaba cuánto tiempo tardaba la cajera en pagar un cheque. Era un tirano del minuto. Eh, eh no se me distraiga, les decía, reloj en mano. Mi tercer trabajo y el mejor, antes de los 18, fue de mesero en un restaurante de crepas. Me dejaba el dinero suficiente para invitar al cine a una chica que nunca respondía sí o no a la primera llamada, sino que me decía vuélveme a llamar. Así, cinco o seis veces en el mismo sábado.
Pasé la adolescencia en blanco. Consolándome con las pláticas de mis amigos, desgastándome las manos viendo películas porno en Súper 8. Nunca fui un muchacho problema, más bien era distraído, tímido y fantasioso. Además, a los 12 años dejé Tequila para mudarme a Guadalajara. Viví un año con mis abuelos maternos. En la secundaria, a diario me enfrentaba a compañeros que me robaban la torta, me escondían la mochila o me subían al camión que no me llevaba a Plaza del Sol, sino a Tlaquepaque y regresaba caminado por miedo de perderme otra vez. Al llegar a la casa le mentía a mi abuela porque me daba vergüenza decirle que de nuevo me habían timado. En esos años no se hablaba de bullying sino de disciplina y calificaciones.
Cuándo me iba a imaginar que mi cerebro aún no estaba del todo desarrollado sino hasta pasados los 20 años de edad. Que si fui torpe con las mujeres era porque aún no era capaz de interpretar correctamente mis emociones. Que si me gustaban los riesgos era porque la parte del cerebro que pone freno a los impulsos aún estaba construyéndose y mi sistema límbico era una explosión de hormonas sexuales que influyen en la serotonina y en los neurotransmisores del temperamento. Nadie me explicó que la corteza prefrontal, encargada de planear, organizar, ejecutar y medir consecuencias es la última en desarrollarse, según investigaciones del doctor Jay Giedd del National Institutes of Health Clinical Center de Bethesda, Maryland. Sin embargo tenía que pasar Lógica y Química a como diera lugar.
Si a eso le sumamos el rechazo constante de la chica que pretendía. La saturación de hormonas como una bomba a punto de la implosión. La enorme energía que brota de un día para otro en las manos, en las piernas, en el bajo vientre y en el corazón. Esa que viene asociada con miles de preguntas que pocos adultos se atreven a responder, como si ellos no hubieran tenido esos desfasamientos de la personalidad, limitándose a decir, está en la edad de la choca. Entonces me enfadaba sin saber porqué. Me enamoraba sin razón alguna. Como todo me parecía tan complicado, mi refugio era leer, casi siempre biografías, que me fueron templando. Y cuando estaba en el capítulo más álgido a veces escuchaba a alguno de mis hermanos gritar, que vaya Rodolfo que no está haciendo nada.
Ahora que veo a María, Leonel y Juan Enrique, mis sobrinos que rondan los 15 años y que como yo a esa edad, comienzan a hacer ejercicio, bañarse a diario, pasar horas frente al espejo acomodándose los cabellos. Midiendo fuerza física, intelectual y romántica con sus amigos. Que pueden perder una hora en calcular la pregunta y respuesta para acercarse adecuadamente al otro o la otra. Cuando veo que no entienden nada, pero aún así se dejan llevar, y escucho a María decir que sus compañeros de tercero de secundaria son unos cretinos que eructan, fuman y se emborrachan. Que le gustan las novelas de aventura y de amor, doy gracias a Dios de haber sobrevivido a la adolescencia, la etapa más dura a la que me he enfrentado en mi vida. Porque por primera vez el silencio, la música, la lluvia, las cosas simples, duelen. Y el olvido es la peor venganza.
0 respuestas a «Adolescencia»
Adolesce niño, que no es poco.Aspira, sufre,tropieza,mírame sin entender..sonríe,búrlate de la experiencia…pero no me olvides. Te encuentro dia a dia en el silencio, en la lluvia sobre las tejas, en la dificultad de lo simple, en el esquive de lo serio, en el amor solitario de las siestas… mi niño te saluda desde la aventura de amar y tus novelas…desde la saturación de las hormonas,desde el principio de los tiempos.Los niños x suerte nunca olvidan. Un cariño Rodolfo(buen homenaje a la dura etapa).Susana (una mujer argentina).
Hola Susana,
cómo siempre es un gusto leerte y descubrir tus mensajes llenos de inspiración y cariño. Ayer entró la primavera en Argentina, fecha que recuerdo muy bien y que, a la distancia, también celebro.
Saludos,
Rodolfo Naró
Hola Rodolfo, el placer de leernos es mutuo en todo caso.Disfruto tus artículos.Si Sr.estamos en primavera.Los argentinos y Buenos Aires intentan homenajear como «se puede» esta linda estación, con el pensamiento mágico de la esperanza.Piu avanti!!!.cariños.Susana (una mujer argentina)