por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: eldepornauta
Temía que llegara este momento.
El fútbol es su pasión y aunque sabe de sobra que Dios no le ha llamado para formar parte de la alineación del Real Madrid, llevaba cuatro años jugando en el mismo equipo.
Por razones que desconozco (aunque intuyo que tienen mucho que ver con esa manía de rentabilizar todo), cuando pasan a la categoría juvenil, ya no basta con pagar las cuotas para pertenecer al equipo de fútbol. Hay, además, que ser seleccionado.
Como sabe que es un jugador mediocre, dos semanas antes de que comenzaran las pruebas, empezó a levantarse antes para hacer un montón de kilómetros en bicicleta, y cuando regresaba hacía muchos largos en la piscina. Para ponerse en forma. Y para hacerme sonreír con orgullo: mis charlas sobre el esfuerzo, el sacrificio y la recompensa no habían caído en saco rato.
Yo soy entrenadora de escritores. La literatura, como el fútbol, exige talento, esfuerzo y sacrificio. Y para lograr el éxito, no basta con eso. Hay que ser, además inasequible al desaliento, no perder la fe en uno mismo y tener la suerte de estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Cuando se trabaja con la ilusión de los demás, es fundamental minimizar el sufrimiento que supone el rechazo. A mí unas cuantas páginas me bastan para saber si alguien vale o no vale, porque es mi trabajo.
Y supongo que, por la misma regla de tres, un entrenador de fútbol puede saber si un chaval vale o no vale viéndole un rato moverse por el campo. Hace tres semanas empezaron los entrenamientos de prueba. El primer día hicieron la ficha a los porteros (porque no había otros). Al siguiente, a unos les expulsaron y a otros les hicieron la ficha. Mi hijo seguía en el limbo de los que alimentan esperanzas, lo incluyeron en el siguiente entrenamiento y lo convocaron para un partido. Volvía todos los días empapado en sudor y derrengado como nunca: lo estaba dando todo. A la semana siguiente, ídem de ídem: otros dos entrenamientos y un partido. En total, cinco entrenamientos y dos partidos.
Hasta yo tendría suficiente información para ver quién iba a quedarse y quién se iba.
Pero volvieron a convocarlo, a alimentar sus esperanzas.
Y hoy, después del entrenamiento le han dicho que está fuera.
Cuando ha llegado a casa me ha llamado y me lo ha contado rechinando los dientes.
Ahora se ha ido a desahogarse con los amigos.
Hasta ahora el fútbol lo ha mantenido más o menos lejos del alcohol.
Veremos como llega esta noche.
Y ya sé que así es la vida.
Pero a ver qué hago yo ahora con todas las charlas sobre el sacrificio, el esfuerzo y la recompensa.
0 respuestas a «El sacrificio»
Momento de preguntarle cuántos de los seleccionados son invitados a tocar Roxanne de Police en una jam de músicos profesionales .
Bueno, ahora lleva unos días practicando las escalas como loco, a ver si le admiten en la escuela de música. Cruzaremos los dedos.
Que lucha la nuestra Marisol, primero nosotras,tratando de zafar de mensajes ancestrales, para lograr coherencia en nuestras vocaciones y mantenernos fuera del sufrimiento y de los dolores del «ego»,y dando gracia x tener «la vocación».Luego los hijos y sus logros y los no logros y esa angustia amplificada de saber como acompañarlos sin caer en el intento.Piu avanti con la vida.Susana (una mujer argentina).