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Nosotros, el populacho

populacho
(Imagen original en: perez de castro)

Miguel Pérez de Lema

Tarde de ir al Retiro a pelotear un poco con el niño. A dar unas pataditas al balón en el blando césped. A pasar proletaria y gratuitamente nuestro ocio y a pasarlo bien. Pero vienen dos muchachitos con sus gorrillas y su unifome como de ayudante púber del sherif, son los nuevos guardas del parque. Una forma como otra cualquiera de justificar dos sueldos. Me alegro por ellos. Total, que nos echan.

Conozco el Retiro como un Sioux su reserva y llevo al niño a la única zona donde podemos jugar sin pisar el sagrado césped ni despellejarnos en la gravilla. Al entorno de piedra pulida de la Casa de Vacas, ese centro de exposiciones del Ayuntamiento donde hemos visto tantos abortos de primera calidad. Y nos echan también.

Se acerca un vigilante simpático y muy mayor, ya muy de vuelta de todo, y con una sonrisa y una mirada limpia que da a entender «a mí esto me parece una chorrada pero es mi trabajo», y me dice que hoy no se puede jugar aquí porque «van a venir personalidades».

Y añade: «Ana Botella y todo eso».

Y nos miramos a los ojos un segundo aguantando una misma sonrisa cómplice. A lo mejor un día nos encontramos defendiendo la misma trinchera, con este trabajador que se avergüenza de cumplir las órdenes que ha recibido y agradece que yo le comprenda y colabore.

Ana Botella. Y todo eso.

Así que mi hijo y yo, que no somos personalidades, supongo que sí personas, o a lo mejor sólo populacho, nos retiramos y ocupamos un estrecho margen de césped, bajo, estratégico, desde donde veo pasar a los invitados de la inauguración de la exposición. A las personalidades.

Al menos, de aquí no me echan. La presencia de policías, guardas, espías, coches oficiales, motos y el aroma a seguridad crean un potente escudo anti guardas. Los chicos de las gorrillas no pasan por aquí, se sentirían unos pobrecitos. Lo son.

El paseillo de invitados es parecido al ominoso desfile de la boda de la hija de Aznar, sólo que en tono ínfimo. De Berlusconi pasamos a esta tropilla de vice algos, a esta casta de altos funcionarios, oscuros políticos locales, empresarios al loro, conseguidores, listos con carné y tontos útiles. Por aquí circularán los Bigotes de la próxima década, dándole al canapé, al cohecho, y al adulterio.

Veo pasar parejas hacia la Casa de Vacas, algunas bastante jóvenes. Inquieta ese matrimonio de gestos ágiles, un poco nerviosos, están haciéndose un hueco, librando la batalla de Madrid. Atendiendo todos los compromisos, un poco aturdidos pero ávidos y tenaces. Huelen a miedo.

Me gustan más esas otras parejas cincuentonas, que se nota que ya lo tienen todo hace tiempo, que respiran plácido bienestar y confianza en sí mismos. Los putos amos. Los de siempre. Ella, a pesar del inevitable acroquetamiento de su cuerpo, luce una potente minifalda mostrando unas piernas con un tono de bronce y un lustre de piel óptimos, y muy caros. Me divierte pensar si esta señora se hace o no se hace la ingle brasileña. Yo digo que sí.

Y van pasando, momias rubias de Serrano con nombres que dan mucha rabia -Sisita, Fifí, Cuqui-, Sub secretarios con trajes de tres mil euros, gente bien de toda la vida, ayudantillos, legionarios de cristo, chicos de media melenita y polo rosa con jinete en la tetilla…

Y al fondo, aparcado junto a la puerta de la Casa de Vacas un audi negro, grande, inquietante, lo que se dice un audi con personalidad. Y pienso: esta panda son los que van a sacarnos las castañas del fuego. En estas manos estamos.

Al rato viene una viejecita muy graciosa, y muy jipi, con un gran bolso dorado -yo creo que para llenarlo de canapés- y una gorra rara y chanclas, y me pregunta por la entrada a la inauguración. Veo cómo llega, le paran los píes, le piden la invitación, y la echan.

Me ha parecido lo más parecido a un artista en esta inauguración de no se qué exposición de algún sobrino de alguien. O qué se yo.

0 respuestas a «Nosotros, el populacho»

Cierto, cierto y cierto. En esas manos estamos, en manos de los adoradores del «o ssssea, superfenomenal», todos las sufrimos y algunos más en directo porque como gerentes de lo público y del trabajo de algunos de nosotros son odiosos.

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