por Tímido Celador
La Sacerdotisa llegó hace tres días, pero no ha venido por la clínica, ni siquiera a ver a su gran amigo.
Ha llegado un sobre urgente para ella y Carlota ha puesto el paquete en mis manos.
Podía haber protestado y haber dicho que ser recadero de los invitados no forma parte de mi trabajo. Pero nunca he sabido bien cuáles son los límites a los que me puedo aferrar, soy un chollo para las empresas: para no significarme, para no atraer las miradas de los otros sobre mí, sería capaz de dejarme pisotear.
Si se lo hubiera mandado a Charlie, seguro que él habría sabido citar tres o cuatro artículos de nuestro convenio.
Así que, para calmar los nervios que me producía volver a verla, me he dicho a mí mismo que he aceptado sin rechistar para librar a Carlota de un conflicto sindical.
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0 respuestas a «El guru y otras hierbas, 26»
«¡Joooooo!»… ¡qué poco!
Ahora por fin entiendo lo que sienten aquellos que se enganchan a los culebrones venezolanos…
Haces que me sienta como una droga… (Y me gusta)