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No hay palmeras en la ventilla, 10

por Juan Hoppichler
Fotografía en contexto original: myphotographiccaravan

jealous

Paseando por el centro vi que el TupperWare estaba abierto. A quién buscaba sobre todo era a Lourdes, que servía copas y me ponía los faros. Un día me atreví a intentarlo. Me acerqué, le solté el rollo, y ante mi incredulidad, funcionó. De madrugada me llevó a su ático del Dos de Mayo. No salimos de allí hasta la siguiente noche. Fue glorioso.
Volví a mi casa sintiéndome la hostia en vinagre, bendecido por ser joven y vivir tiempos de promisión.
Un par de días más tarde volví al local. Había pensado en decirle a Lourdes que se viniera al Pantano de San Juan.
Cuando llegué Lourdes me sonrió, pero siguió hablando con el batería de una banda jamaicana. Hablaron y hablaron, cada vez más cerca, y se acabaron liando.
Pensé que no era el momento de sugerir ninguna excursión y volví a casa.
Recuerdo que esta vez lo que pensé es que los profetas de la liberación sexual se guardan bien de advertirnos de todas estas jodiendas.

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