por Marisol Oviaño
Él se acercó a ella arrastrando su maleta.
Hacía tiempo que ella sentía que él la miraba. Pero no quería darse por aludida porque también tenía una maleta grande y pesada.
Cuando él se acercó a hablar, ella le contestó que gracias, que con cuidar de una maleta ya tenía suficiente.
Pero él insisitió.
Ella le dijo que estaba cansada de cargar con las maletas de otros.
Él volvió a insistir.
Ella le dijo que su maleta y ella eran una isla.
Pero él no cejó hasta que consiguió que ella explotara en risa.
Supo entonces que había ganado la partida.
Desde entonces, a veces dejan sus maletas en una consigna y disfrutan el uno del otro.
A veces se sorprenden a solas pensando en la maleta del otro. En si sería posible que su contenido cupiera en su armario emocional. A él le gustan mucho sus maneras de viajera experta y su manera de moverse, como si ningún lastre la atara. Pero, ni siquiera en la cama, cuando ella se acurruca contra su pecho a fumar el cigarrito de después, puede olvidar que ella tiene una gran maleta y que él ya no tiene edad de cargar con tanto peso. Y, en cuanto ella se aleja, busca viajeras menos interesantes, pero más ligeras de equipaje.
Hace semanas, una mujer que sólo tiene un bolso de mano, ha dejado el cepillo de dientes en su baño.
Pero no sabe cómo decírselo a ella. Tiene que decirle que se acabaron los encuentros. Y lo va demorando, demorando, demorando… Mañana se lo digo, se promete cada vez que queda con ella. Pero no lo hace. Porque no quiere que terminen, no quiere que ella desaparezca.
Y hoy, por casualidad, se han encontrado.
Ella iba cargada con su maleta. Le ha extrañado que él llevara las manos en los bolsillos.
– Y ¿tu equipaje?
Él ha hecho un gesto con la cabeza, en dirección a la joven mujer que, unos pasos por detrás de él, cargaba con su maleta.
Ella ha comprendido, le ha dado dos besos y se ha alejado con una sonrisa triste.
Dios, ha pensado él al verla desaparecer para siempre, qué manera de moverse.
0 respuestas a «Maletas»
Toda una lección de educación sentimental…
En próximos capítulos podríamos leer como la chica, que ahora carga con la maleta del protaganista, le pasa factura emocional y pide más atención y más leña…si no lo consigue, en un descuido de él se quedará embarazada y su bolsito de mano se convertirá en baúl , para desesperación de ambos…entonces él buscará a la viajera y le pedirá calor y consuelo como un cachorro abandonado.
Jajajajaja, Antonio piensas lo mismito que yo.
A saber dónde estará la viajera para entonces. Pero no habrá próximos capítulos: la historia es demasiado previsible.
Por los comentarios, esto parece el rincón del «viejo zorro»
Está muy bueno Marisol.Siguen circulando las maletas, las mochilas y bolsones en torno nuestro,a veces aligerados buscando aliento otras con la sed inagotable de transportar el peso del otro y viceversa.Mundo de maletas sin forma, con forma, con olor, ajenas, nuestras, del otro…envueltas en risa, dolor,causales..casuales…con muecas, con hambre, de cuero, de sexo, de luz,obscuras, atentas,formales,hartas, voraces….frígidas, impotentes..divinas…incontables, imperdurables, perdurables, trágicas…etc etc, alrededor, por sobre nosotros, al borde…arriba, debajo inevitablemente «nuestras».Susana ( una mujer argentina).
Marisol, me ha encantado.
me encanta este blog. Os menciono mucho en el mío
Me gusto mucho…tambien el comentario de Antonio… lo previsible me parece que es el comportamiento de los hombres..zorros viejos…gatones como le decimos en argentina