por Tímido Celador
Algunos días amanece sombrío y huraño.
No sale de su cuarto, no contesta llamadas de teléfono, no recibe visitas, no nos habla a ninguno.
Esos días me recuerda al Clint Eastwood viejo y atormentado.
Toda moneda tiene su reverso.
¿Quién quiero ser yo?
Podría ser un hombre sencillo, como mi padre, que pasó toda su vida con la misma mujer y nunca vivió grandes emociones ni grandes sobresaltos. Y envejecer tranquilamente, cobrando la jubilación y yendo a buscar setas.
O podría ser como el Guru, y tener una vida intensa, envejecer follando y quedarme de vez en cuando a salvo de las mujeres, en mi habitación.
Entro a dejar la bandeja de la comida y me sigue con la mirada.
Hace una mueca, me desecha con un movimiento de la mano y, levantando la tapa de la bandeja, sin mirarme, me dice:
– No sé si estás preparado para el sacrificio.
No parece necesitar una respuesta, y yo no sé qué responder, de modo que me marcho sin hacer mucho ruido. Charlie me espera con una sonrisa sardónica en el cuarto de enfermeras.
– ¿Qué? El señor marqués está cansadito de follar y ha pedido que le sirvan la comida en sus aposentos ¿no?
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