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Desaparecer

por François Pérez Ayrault
Fotografía en contexto original: Vivosydespiertos
desaparecio

Desapareció Feliú. No recuerdo su nombre. ¿Jose? Sí, así, sin acento. Desaparecieron los hermanos Ortiz, Pedro y Antonio. No desapareció Chus, el camello, enróllate colega ¿un tripi? pruébalo, lo vas a flipar, tío. Y nosotros, muy enrollados, en la onda, yo controlo, tío. Desaparecieron, sí. Buena gente, la mejor. Chus no, ¡mal parido seas!

Desapareció el Griffith, el único cine donde se fumaba maría en los maratones de Rock: Woodstock, Clapton con los Cream, Pink Floyd en Pompeya. Veinticuatro horas de costo y maría en una sala cerrada. A los maratones de cine de autor no íbamos, paso de todo, tronco. Pasábamos de todo. Pasa de mi, viejo, le dije a mi padre. Me metió tal hostia desde su metro sesenta y cinco, que treinta años después le seguía llamando papi. También él se fue, hace poco. Le echo de menos.

Desapareció Manolito, “el Niño de la Ribera, cantante y torero”, que conoció a Durruti. Desde la orilla del Manzanares despachaba pipas, pastillas de leche de burra, pitagoles, petardos y juguetes de a peseta, que llevaba en un viejo carrito de bebé. Antes de desaparecer llegó a prosperar: caseta cubierta y con colgadores en la plazuela de Felipe Moratilla, junto al bar Casado.

Desapareció el alma del Abascal, hoy es otra cosa, Abascal también. Las mejores bravas, cerveza bien tirada y terraza al Manzanares con vistas al puente de la Reina Victoria. Mucha conversación para cambiar el mundo, cero acción. Pasábamos de todo.

Desapareció, nunca más se supo, “la Chini”. Presa fácil para los canallas que pasábamos de todo. Ahora sé que “la Chini” se entregaba a quien lo pedía. Dios la bendiga. Así éramos, pasotas, gente del rollo.

Desapareció el mal olor del río, el juego de la rana de los chiringuitos de la ribera, el restaurante polaco.

Desapareció “El barrio canta”. El PCE recuperando las fiestas de San Antonio. Marx y Lenin atrayendo mozas casaderas que cambiaban alfileres por novios. Como Dios manda.

Desapareció el quiosquero de la plaza. Había comenzado con periódicos y revistas sobre el poyete del Bar San Pol, al raso en invierno y en verano. El Atleti era su energía vital. Sentía una pasión desbordada por Irureta, Gárate, Adelardo, Ayala, Luis Aragonés… Si el Atleti ganaba, el barrio ganaba. Si no ¡ay! del insensato que osara acercarse a comprar la prensa.

Desapareció el practicante, orondo, bigotudo, vecino del bajo. Hervía el material en alcohol. Su aliento delataba que él también venía impecablemente desinfectado. Pitillo en la boca, dedos amarillos y un negrísimo traje negro. Nunca le vimos de otro porte.

Desapareció el vecino del noveno, alto, elegante, muy amable y considerado. Salía todas las tardes a pasear. Regresaba encorvado y haciendo eses, pero igual de amable y considerado. Lo apreciaba mucho. Un día estaba caído de bruces y con la cara ensangrentada. Lo levanté y, como pude, lo llevé a su casa. Me sentí útil y bueno esa noche. Su hígado estalló al poco tiempo.

Desapareció el marido mujeriego, judoka y maltratador de Henar. Me importa un carajo si está muerto. Ojalá viva, sea un jodido infeliz y esté más solo que la una.

Desapareció Pili, atada desde siempre a un pulmón de acero. Era una chica muy sociable y de sonrisa fácil. Salía en primavera en un gran carro-camilla con su madre, su hermana -muy guapa-, amigos y amigas. La visité poco. Mis hermanas la atendían más. No olvidemos que yo pasaba de todo.

Desapareció el P─21, tartana baqueteada y vibrante con conductor y cobrador que nos conectaba con la otra orilla del río: Plaza de España, Callao, el Mundo.

Desapareció Don Agus, cura del barrio y con el barrio. Con nosotros era tolerante, generoso y paciente. Con él comenzamos a rabiar y saltar en los locales de la parroquia bajo los acordes de “Highway star”. Y él, encima, intentaba conciliar una corta siesta en medio de tanta furia adolescente.

Desaparecieron, sí. El barrio sigue. Cuando visito a mi madre, a veces lo recorro con la ilusión de encontrarme con aquel tiempo. Pero no conozco a nadie. Ni siquiera a los que nunca lo dejaron.

Desaparecieron, sí, como yo.

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Yo también vivía en esa orilla del Manzanares y, no sé si mi barrio era el tuyo o el tuyo el mío, al igual que las personas que mencionas, no sé si son las que he visto desaparecer… no obstante, no solo huele mal a este lado del río… también puede ser que, no se utiliza suficiente Channel.

¿Por que todos los que empezamos a escribir nos gusta contar nuestros recuerdos de juventud?

¿Será que que es mas fácil traer sensaciones de nuestra memoria que generarlas en nuestra imaginación?

Tengo la impresión de que el oficio de escribir está mas relacionado con lo segundo, por que nuestros recuerdos ya llevan implícitas unas emociones solo perceptibles para el escritor, pero muy difíciles de transmitir a un lector que no participe de esos recuerdos.

No pertenezco al Manzanares, ni tampoco del Medio Oeste, tampoco fui pasota, ni siquiera de barrio… pero al leer «Desaparecer», yo también echo de menos al quiosquero, al cura, a la niña enferma… y a mí misma.

Has conseguido llegar a ese rincón de mi corazón donde están Pili, la Chini, don Agus… quizá no todos los que nombras porque comencé a vivir el barrio antes que tú y cada vida lleva unos caminos.
Has hecho una pintura literaria con colorido y de trazos rápidos, no está mal que empieces «recurriendo» a tus recuerdos, al fin al cabo todo está dentro de uno ( y la imaginación no se salva).
No abandones, continúa… yo, por lo menos, te leeré.

Un bonito ejemplo de pastiche posmoderno adaptando el clásico de César Vallejo.
Acabemos, igual que el maestro terminaba su poema:

«Murió mi eternidad y estoy velándola»

Hola François, aunque para mi quedan muy distantes, al menos geográficmente, esas experiencias, no deja de parecerme un delicado caramelo de menta piperita con algo de hinojo, ese artículo que acabo de leer. Entrañable y cargado de emociones dentro del recuerdo más nostálgico, añorando un tiempo que no volverá, y que como siempre, pasó sin habernos dado cuenta de su trascedenca.

Es cierto, todos tenemos algo que añorar, en general, pocos son los malos recuerdos y muchos son buenos… El colegio, sus profesores, los amigos, la universidad, las juergas, los viajes y sus anécdotas. Incluso las malas experiencias nos traen a la memoria buenos recuerdos, como la gente que realmente vale y te apoyó en momentos difíciles, el saber que uno mismo es capaz de mucho más ante las dificultades…
Muchas personas han pasado por nuestras vidas y cada una de ellas ha dejado algo dentro de cada uno de nosotros. En la mayoría de las ocasiones no nos damos cuenta, pero el recuerdo nos permite sentir que cada momento vivido en nuestra vida nos ha aportado algo nuevo… ser consciente de ello es una virtud.

Gracias François, me has traído a la memoria bonitos recuerdos de mi vida…

Antes de terminar me gustaría compartir con vosotros un poema de Manuel Machado, es triste pero como él mismo dice, “a veces”.

Me siento, a veces, triste
como una tarde del otoño viejo;
de saudades sin nombre,
de penas melancólicas tan lleno…
Mi pensamiento, entonces,
vaga junto a las tumbas de los muertos
y en torno a los cipreses y a los sauces
que, abatidos, se inclinan… Y me acuerdo
de historias tristes, sin poesía… Historias
que tienen casi blancos mis cabellos.
Manuel Machado (Melancolía – Poemas del Alma)

No sé quien eres pero ese… ese que describes es mi barrio de toda la vida… Y aquí me he quedado…
Sí… ya no está el entrañable Don Agus… Y por casualidades de la vida, mi hermana, que se trasladó a otro barrio, resultó ser vecina de Don Herminio… Le reconoció en el ascensor, cuando hablaba con su mujer… Claro, después de escuchar sus sermones, esa voz le era muy familiar…
Que casualidad entrar en proscritos y leer parte de mi infancia… Sólo parte, quizá porque soy del 74… Mis hermanos, de entorno al 63 probablemente recuerden todas las personas de las que hablas… Y entiendo lo que dices, porque mucha gente se ha ido, aunque todos vuelven… y recuerdan el barrio con mucho cariño. Los que siguen son los ratones, las ratas y los gatos… Y algunos cabezon@s a los que nos encanta vivir en este pueblecito dentro de madrid…
Algunos nos hemos quedado aquí, y todavía nos damos paseos por la ribera… en la que el teleférico sigue yendo y viniendo… casetitas volantes, hoy pintadas de Azul…

Y quizá recuerdes a los que yo llamaba «pili y mili», dos cisnes negros, que paseaban arriba y abajo por ese «río» cuyas orillas arreglaron un poquillo. Hoy Pili y Mili no están, pero ahora hay un nido de cigüeñas en lo alto de la torre del final del rio… la del cuartel de la montaña… delante del Instituto… Las nuevas inquilinas viven justo encima de los repetidores… Si cuando vengas a ver a tu madre das un paseo por el río y te fijas, lo verás… Acuérdate de mí… Bueno… quizá hasta cruzamos paseando…

Demasiado nostálgico y demasiado duro contigo mismo, el pasado es lo que es y hay que asumirlo y admitirlo sin demasiada acritud. El hecho de que escribas sobre tus recuerdos significa que no has desaparecido, ni desaparecerás de los corazones de los que te quieren.

Francois,
gracias por estas pildoras.
Es literatura presente, aunque pudiera haber sido vida pasada.
Prefiero el presente, cualquier tiempo presente siempre es mejor, porque puedo amejorarlo.
Felicidades, nuevamente gracias, porque el leer obliga a pensar.
Miguel pldmh

Aunque soy más joven que tu, me ha gustdo recordar por un momento escenas de mi infancia como las del prácticante que se llamaba en mi caso don jesús, del que nos escondíamos al detectar el olor trás la puerta. También he recordado aquel puesto que estaba al final de la calle reina victoria delante de un colegio de niñas, una de los pocos sitis donde nos vendían a los jovenes cigarrillos sueltos a 8 pesetas.

Bonjour Mr. Pérez,

très interesante la description de la banlieue. Aujourd’hui, si près du coeur de la ville…

De todos modos, hay que ver cómo son estos madrileños…

Disculpadme, cualquier tiempo pasado, no fue mejor.

François me ha encantado. Aunque no soy de ese barrio reflejas tan bien esa época que parece que lo estoy viendo.
Creo que muchas personas tenemos esos recuerdos, pero hace falta alguien como tú para que vuelvan a nuestra mente. La vida que llevamos, siempre con prisas, nos lleva a que nunca nos paremos a recordar y a visitar lugares y escenarios de nuestra niñez o . Mucha gente dice que no le gusta mirar al pasado si no sólo al futuro; otros que sólo les importa vivir el presente. Yo, sinceramente, creo que de vez en cuando hay que mirar atras para saber quien has sido, porque al final sólo te quedan los recuerdos.

Un fuerte abrazo y sigue con ello. Chema

Yo no soy de barrio, soy de pueblo.
Pero esa misma sensación la tengo cuando recorro los pocos rincones de mis orígenes, me conectan con mi pasado y automáticamente se disparan las emociones y los recuerdos.
Personalmente tengo la sensación de peligro, la sensación de que si me quedo mucho rato pensando y sintiendo esa nostalgia puedo quedar atrapado para siempre en esos lugares del pasado que en ocasiones parecen más reales que los del mismísimo presente.
François, si algún día coincidimos sin duda será en algún lugar que todavía no haya desaparecido pero que sin duda también algún día desaparecerá.

Un abrazo

Me ha gustado leer cómo François describe su perspectiva del implacable devenir del ser. El tipo de observador que nos propone, lleva implícito un montón de emociones y sensaciones asociadas a cada rincón, a cada persona, a cada recuerdo… Ellos han desaparecido, todos desaparecemos a cada instante, pero marcaron la experiencia de «vivir» en su barrio y de «crecer» en él.
Tal vez vivir sea aceptar también que nosotros desaperecemos y que la vida seguirá aún sin nosotros, aunque algunas veces nos resistamos a ello. Esta relatividad nos ayuda a poner foco y poner «vida» en las cosas que nos llenan y de las que elegimos «no pasar». Deseo que haya personas que cuando yo desaparezca puedan escribir, al menos, una frase inspirada en mi.

Gracias François

François,
para haber desaparecido, te he encontrado muy bien.
Pues gracias a lo que fuimos hoy somos, y casi nos perfila el que seremos en tan breve tiempo…
la nostalgia agradable y triste que transcribes ,delicado y cercano, valiente para nombrar aquello que no tiene otro nombre, para acercarte al limite del pasado, y mas valiente aun para regresar de el.
Gracias por compartir tus secretos y gracias por dejar a tu corazon contarlos.

Por cierto…..¿a donde va lo que desaparece?

Un abrazo,

silvia:-)

François me ha encantado tu articulo como todos los que haces, ya que en cada uno de ellos encuentras una gran verdad y sensibilidad por el entorno y las personas.
Gracias a que vamos desapareciendo podemos decir que crecemos, maduramos o aprendemos de la vida… aunque por desgracia no todo el mundo lo puede decir ya que muchos desaparecen solo una vez en la vida y es cuando muren.

Un abrazo muy fuerte y gracias por campartir tus artículos conmigo!

LLuisa

Muy bonita remembraza. Me ha encantado cómo, con pinceladas tan breves, puedes describir a un personaje hasta hacerle tan real que casi se le toca. No soy del barrio pero a todos reconozco, tal vez en comportamientos repetidos de otros barrios de Madrid.
Y si desapareciste espero que sea para bien.

Un saludo
JR

Francois,
Me ha gustado mucho tu «Desaparecer». Por la frescura que transmites compartiendo tus recuerdos y por la belleza que consigues al expresarlo en palabras.
Estoy segura de que seguiremos leyendo preciosos relatos tuyos. Gracias,

Mamen

!Muy bien Fransu!.
Muy bonito, indudablemente lo mejor que leido de todo lo tuyo, pero, ¿por qué siempre te matas al final ?

Un besote

pepe

Hola François:
Creo que tu texto demuestra que tú no desapareciste.
Ni siquiera desaparecieron los que nombras, porque gracias a ti y a tu texto han reaparecido en tu memoria y también -por lo que leo en los comentarios que te han hecho- en la de mucha gente. Es más te diría que has revivido a mucha gente de otros sitios, de otros barrios, de otras añoranzas, de otros recuerdos.

Gracias por compartir con nosotros. Voy a mirar el Manzanares, que también queda cerca de mi infancia desde otro afluente más.

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