Cuaderno Ziplock. 30 de abril

por Claudio Molinari Dassatti
Fotografía en contexto original: lhistoria

Pero uno no se puede estancar en el pasado, en los recuerdos. Lo digo no por puro wellness, sino porque el presente es bastante más apremiante. Hoy, por ejemplo, salí a recolectar en un edificio abandonado y encontré un montón de fotocopias con sus tapas de plástico y su anillado. Resulta que era el manual de usuario para una máquina de coser. Lo leeré, por si en algún momento me encuentro la máquina. Pero pronto cambiaré la mitad del papel, que sólo está impreso de un lado, por una pata de perro. (El comercio no solo era importante para los fenicios). Por cierto, también encontré una caja con dos tornillos y una tuerca que no hacía juego, quizá pueda cambiarlos por un cable de mini USB. Todavía no tengo teléfono ni cargador, pero algo es algo. Con el tiempo conseguiré un Nokia viejo para enterarme de lo que está pasando en el resto del país, si esto aún sigue siendo un país y sí alguien me deja usar su generador. Por ahora, sólo nos enteramos de las noticias gracias a lo que nos van contando los que visitan la zona revisando la basura.

Unos de los últimos libros que quemé para encender un fueguito lo había escrito una hawaiana. La mujer sostenía que la historia no avanza linealmente, que a lo largo de los siglos muchas veces la historia incluso retrocede. Por ejemplo, de pronto los potajes se han vuelto a poner de moda, como en el Medioevo. Y a todo el mundo le da igual si te quieres llamar Pedro, Pedra o Pedre, como hace años, cuando esos asuntos eran privados. Lo único que importa ahora es que seas capaz de conseguir tu propia comida, que tengas algo para intercambiar y, de ser posible, que llegues con alguna noticia fresca. En cierto sentido esto se ha vuelto como una repetición de la Revolución de 1917: todos cabreados, o aterrorizados, o con hambre. En fin, lo que importa es la salud, la historia va y viene.