Por Sargento Asuvera
Fotografía en contexto original:cagaepais
La Comandante tiene citas.
Soy yo quien vela por ella y conduce a la ida y a la vuelta.
Si la cosa sólo ha sido un desahogo, se subirá al coche y tardará menos de dos minutos en hablar conmigo sobre el curso de la guerra.
Pero a veces, muy pocas, se arrellana en el asiento con una sonrisa desabrochada, baja la ventanilla, fuma contra el viento ajena a mí, ajena a la guerra.
Y yo albergo esperanzas de que esté enamorada.
Ya que no de mí, de otro.
Hoy bajó la ventanilla, fumó contra el viento.
Y reparó en mi mirada.
No me mire así. Si me enamorara, usted se quedaría sin trabajo: Somos soldados, hemos nacido para la guerra.
Y además, si otro me protegiera ¿qué sentido tendría su vida, sargento?
Comprendí la trampa de la pregunta en la primera curva oscura por la que regresamos a nuestro mundo de unos y ceros.