En estos días de tribulaciones, buscamos en las palabras de quienes nos precedieron algo que nos ayude a comprender España. Os pego un extracto de San Camilo, 1936, de Camilo José Cela:
«Tu tío Jerónimo cree en las tres virtudes teologales, sí hijo, yo tengo fe en la vida, esperanza en la muerte y caridad con el hombre que buena falta le hace, también tengo caridad con España, aunque no siempre se la merezca, pese a todo hay que ser patriota, sobrino, fíjate que no digo nacionalista, la patria es más permanente que la nación, también más natural y flexible, las patrias fueron inventadas por el Sumo Hacedor, las naciones son una creación de los hombres, las patrias tienen una lengua con la que cantar y árboles y ríos, las naciones tienen una lengua para promulgar decretos y tienen también instituciones con las que aherrojar al hombre y ametralladoras para defender las instituciones, a ti te veo muy descreído, sobrino, y eso no me gusta, hay que creer en algo para no sentirse jamás demasiado huérfano, ¿Por qué no crees en las tres virtudes teologales?, te aseguro que son el único brasero que tenemos los españoles para evitar que los demás nos hielen el corazón, ¿te acuerdas de los versos de aquellos versos de Machado?, españolito que viene al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas han de helarte el corazón, tú tienes veinte años, sobrino, es un crimen helar el corazón a los mozos de veinte años, debéis resistiros, debéis levantar bandera de rebeldía y calentar vuestro propio corazón, piensa en lo que te digo, tu tío Jerónimo habla con la voz opaca y emocionada, a veces tu tío Jerónimo es muy sentimental, haz examen de conciencia, siéntate a los pies de la cama y haz examen de conciencia, tú te has ido quedando sin fe, sin esperanza y sin caridad, nunca tuviste mucha fe, mucha esperanza ni mucha caridad, pero ahora tienes menos todavía, a ti te ha costado mucho trabajo llegar a vivir veinte años, mucho esfuerzo, empezaste a morirte a los pocos días de nacer, pero aún no te has muerto, es muy esforzada tu actitud, muy agotadora, quizá no hayas tenido otra posibilidad, la muerte no es una posibilidad, es una certeza que puede precipitarse pero no es una posibilidad, la vida en cambio es una posibilidad, sólo una posibilidad y no una certeza, la vida es posible pero jamás cierta, en cualquier instante puede estrangularse e incluso no producirse, pregúntaselo a Toisha, los faisanes y los machos de perdiz rompen los huevos a picotazos para que a la hembra no se le quite el celo, tú te estás convencido de que cuando te salga la primera cana (a lo mejor te mueres antes de que te salga la primera cana) debes pegarte un tiro en la cabeza o despeñarte por un acantilado de la costa de tu país, es una idea absolutamente lógica que no te preocupa demasiado, también admites la posibilidad de que llegado ese momento te rías y te tiñas las canas, depende de numerosos factores todos ellos ajenos a tu voluntad, los españoles tenemos que cuidarnos del propio español que llevamos dentro, Ganivet dice que los españoles vivimos en perpetua guerra civil, Dámaso Rioja es lector asiduo de Ganivet, se lo sabe de memoria, Ganivet tiene razón pero tú te atreves a ir aún más lejos, los españoles vivimos en permanentes guerras civiles, en plural, todos contra todos, pero también en inhóspita guerra civil con nosotros mismos y con nuestro lacerado y doliente corazón por campo de batalla, los españoles debemos vigilar al propio español que llevamos dentro para que no nos degüelle mientras dormimos y él vela como un lobo al acecho, tu tío Jerónimo no cree en el fuego, en esto no parece español, si sobrino el español es pirómano porque quiere borrar todo vestigio de su pasado, toda crónica de su presente y toda esperanza en el porvenir, ¿toda crónica de su presente y toda esperanza en su porvenir también?, sí, a lo mejor todavía más que todo vestigio de su pasado, el español se avergüenza de su pasado pero teme a su presente y se desentiende de su porvenir, por eso cree en el fuego sobre todas las cosas y lleva un Torquemada en el corazón, el español no cree en Dios cree en el fuego, en Dios no cree más que en tanto y cuanto le da argumentos y licencias para prender la hoguera, Torquemada tampoco creía en Dios, sobrino, aunque la gente suela admitir que sí, mi amigo el poeta Mandolo Sandoval bien claro dice en los dos últimos versos de su soneto «A un intransigente» que en España siempre se gobierna con una tea encendida en la mano, con gorro frigio o monacal capucha siempre está en el gobierno Torquemada, en el gobierno y fuera del gobierno al español lo que le gusta es pegar fuego a España y a los españoles, lo primero que tenemos que hacer los españoles es no arder, después ya veremos, debes tener fe en la vida, sobrino, y esperanza en la muerte, la fe y la esperanza son dos virtudes que se condicionan recíprocamente, recuerda las palabras de Unamuno, no creemos sino lo que esperamos y no esperamos sino lo que creemos, a la cabeza del español hay que darle la vuelta como a un calcetín, sino creemos en la vida, ¿para qué esperamos la muerte?, si no esperamos la muerte, entiende lo que quiero decirte, si no esperamos la muerte con esperanza, ¿cómo vamos a creer en la vida?, empieza por creer en algo, sobrino, y te sentirás más reconfortado, es un crimen demasiado fácil helar el corazón y la cabeza a los mozos de veinte años, basta con prohibirles todo lo que la vida pueda tener de placentero, basta con vaciarles la cabeza o con insuflarles en la cabeza ideas mesiánicas, es lo mismo, los mozos de veinte años , es lo mismo, los mozos de veinte años estáis deseando helaros, os pesa todo demasiado, la vida, la cabeza y el corazón os pesan demasiado, no estáis todavía duchos en la resistencia de la carne y del espíritu y veis la muerte como lo que no es, una liberación, niégate a vivir la vida de los demás, sobrino, niégate a morir la muerte de los demás y no eches leña a la devastadora hoguera de los demás ni soples en su rescoldo, yo soy viejo y estoy ya muy derrotado y solitario pero marcho por el camino de la muerte con la esperanza de que la muerte acabe negándole la razón a todos los Torquemadas de gorro frigio, o de monacal capucha, (…)».
San Camilo, 1936, Camilo José Cela