por Luis M. Linde
(artículo de Revista de Libros)
Las dos ideas que inspiraron a Sam Walton cuando fundó Wal-Mart en 1962 fueron, primero, abrir grandes almacenes fuera de las ciudades, en áreas suburbanas o rurales (algo totalmente inédito en la época) y, segundo, vender artículos de consumo masivo lo más barato posible. Él creyó que tendría éxito porque iba a ser una oferta comercial adaptada al fuerte crecimiento de la población norteamericana (en el decenio 1950-1960 había registrado el aumento más rápido desde 1880-1890) y a su urbanización predominante en viviendas individuales sobre áreas muy extensas, algo que hacía posible su ya alto y siempre creciente grado de motorización y que, de hecho, estaba creando un nuevo tipo de aglomeración semiurbana. La segunda idea no era, desde luego, del todo nueva; la originalidad consistía en lo rotundo de la apuesta: orientarse hacia el mantenimiento de márgenes comerciales no, simplemente, estrechos, sino lo más estrechos posible, aplicados a grandes volúmenes de ventas, confiando en que, a largo plazo, esa sería una estrategia más potente que cualquier otra para generar beneficios y expandir el negocio. Sam Walton acertó en ambas apuestas y con ese acierto creó un nuevo tipo y un nuevo sector de distribución comercial y, realmente, un tipo de empresa sin precedentes en la historia del capitalismo. Seguir leyendo
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