por artistadesconocida
Fotografia en contexto original: somosviajeros
A Mariano, oficial escayolista de primera, le tocó mucho dinero a la lotería. Se marchó de la obra, dejó a su familia, cambió de amigos y durante dos años vivió de fiesta en fiesta, siempre acompañado por hermosas mujeres de mala reputación y una pandilla de gorrones lisonjeros. Cuando se le acabó el dinero, retomó su vida en el mismo punto en el que lo había dejado: el andamio. Pero ya no tenía mujer que le esperara con la mesa puesta, ni hijos que dieran sentido a su vida, ni amigos.
Mariano había sido compañero de mi padre cuando éste último era sólo un aprendiz, ni mi madre, ni mis hermanos ni yo lo conocimos nunca. Y ahora entiendo que la historia de su vida fue una más de las parábolas con las que nuestro progenitor cimentaba nuestro aprendizaje sobre el dinero.
El sábado pasado, cuando regresé de una animada comida familiar, me tumbé en el sofá a ver la tele. Fui a dar a los momentos finales del programa de Antena 3 Rico al instante. No lo he visto nunca y ya digo que llegué en el desenlace. Desconozco la mecánica del concurso ni los requisitos para ser seleccionado. De los cinco elegidos, una de ellas, una mujer joven, quería los 200.000 euros del premio para comprar un viñedo y construir una residencia de ancianos. Si ganaba ella, ganaba todo el pueblo en el que vivía: crearía puestos de trabajo. De todos los participantes, era la única que tenía un proyecto del que se podrían beneficiar otras personas.
Los otros cuatro se gastarían el dinero en gilipolleces que no aprovecharían a nadie más que a ellos: cochazos, bodas de princesas, yates, lujos asiáticos y viajes exóticos. Por supuesto, ninguno tenía idea de lo que cuesta el seguro de un coche de importación de gama alta, ni el mantenimiento y amarre de una embarcación. No tardarían en poner el cartel de “se vende” en el limpiaparabrisas del Mercedes y el tablón de anuncios del club náutico. No tardarían en volver al andamio.
El público, en sus casas, era el jurado que decidía a quién iba a parar el dinero.
Y me quedé a ver quien ganaba para conocer un poco más a la audiencia de un país en crisis que tiene tres millones de parados y subiendo.
La joven emprendedora fue de las menos votadas y el dinero fue a parar a uno de los tantos Marianos que pueblan nuestra geografía.
Los bancos y los políticos tienen mucha responsabilidad en la crisis económica en la que estamos inmersos. Pero ¿merece el paisanaje amos mejores?
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Moraleja: mejor nos iría a todos si pensáramos en los otros y no en nuestro propio beneficio ¿no?