Miguel Pérez de Lema
Una de las grandes falacias de nuestro mundo es la estadística. En principio, la estadística es una herramienta objetiva muy útil, toma nota de lo que hay y lo que no hay, organiza los datos y explica los cambios y tendencias.
Pero usada como herramienta de propaganda es una plaga.
Todo el mundo, y esto es especialmente acusado en internet, sabe cómo influir en las estadísticas. Y en la medida que sea suficientemente hábil y tenga suficiente poder, consigue que su manipulación se sobreponga a la realidad.
La estadística se transforma en el mago negro del reino de la apariencia.
Lo cual que estamos hablando de la vuelta de las naciones. Estaban ahí, no estaban muertas, ni superadas, sino simplemente silenciadas. A medida que el mundialismo ha ido volviéndose más fuerte, más cruel, más obsceno, las naciones se han convertido en una posibilidad de escape, de protesta, de afirmación, para millones de ciudadanos. Una posibilidad silenciada y hasta criminalizada cuando se atreve a asomar la cabeza, pero cada día más fuerte.
Sin embargo, las naciones, no aparecen. Estadísticamente, el sentimiento nacional y su utilidad política como refugio ante la crisis mundial, es insignificante en los medios de comunicación y en los discursos de los políticos main stream.
Y por eso sigue creciendo.
Las soluciones que proponen los nacionalismos podrían ser desastrosas, pero nadie puede negar su eficacia al identificar los problemas silenciados. Y ese es el aire que hincha sus velas. Jugando al psicoanálisis de garrafón, podemos decir que los nacionalismos han identificado «lo reprimido» en la mente colectiva de Europa, y se han ganado para millones de personas el arquetipo del libertador. De aquel que les da la razón, les reconoce que efectivamente existen esos problemas que les decían que no existían, y que se puede estar en contra de ciertos dogmas de fe, sobre todo cuando esos dogmas de fe propician el hundimiento económico y enervan la tensión social.
El nacionalismo avanza en casi todos los países y en casi todas las elecciones. Tras cada avance, los periódicos e informativos lo despachan lo más rápidamente posible, dedicando cero espacio y tiempo a explicar las razones de este cambio político, y se limitan a repetir las palabras talismán: «extrema derecha», como un conjuro que haga disiparse este aluvión de datos objetivos en forma de votos que afean la imagen de la estadística oficial.
La cuestión es simple ¿por qué votan cada vez más ciudadanos europeos a los partidos nacionalistas?
Si las razones por las que aumenta esta tendencia siguen creciendo, los nacionalismos sólo pueden ganar terreno.
Lo malo, para el mundialismo, es que tapar la herida sólo sirve para que se infecte más. Es necesario descubrirla, y limpiarla a fondo, aunque duela, y dejarla al aire para que cicatrice. Y eso necesita valor, inteligencia, y humildad para reconocer los errores, tres virtudes que no acompañan a quien detenta el poder casi absoluto, abotargado por su propio éxito.
4 respuestas a «La vuelta de las naciones»
Hola, Miguel:
Observación muy acertada, como de costumbre.
Puestos a añadir algo habría que recordar que la UE se inscribe en el marco colonial de la postguerra lo cual termina por hacerse evidente hasta para los menos perspicaces.
Los imperios siempre han preferido a los súbditos segmentados, en rebaños pequeños y, de ser posible, incomunicados. Es decir, cada uno en la lengua de su corral y las élites en la del Imperio.
Saludos
Arrancando máquinas.
Recomiendo encarecidamente leer este artículo
http://verne.elpais.com/verne/2016/05/05/articulo/1462439268_319320.html?autoplay=1
y constatar la divergencia total entre el enfoque del redactor y los comentarios de los lectores.
[…] esta casa venimos hablando de esta tendencia (https://proscritosblog.es/2016/05/04/la-vuelta-de-las-naciones/) que parece que se confirma. Y seguimos opinando que “los nacionalismos han identificado […]