-En el Museo Real de África Central, ‘nuestra parte de África’ para los belgas, tienen a un congoleño expuesto en una cristalera -me dijo Yamila.
-¿Con manos?
-No lo sé.
-Mm.
Así que el debate sobre el Congo continuaba. ¿Qué era mejor, exponer a un ser humano embalsamado como si fuera un animal o dejar que el animal de Leopoldo y sus aventuras en el Congo se perdieran para siempre en las marismas del tiempo? ¿Cómo saberlo? Quizá nunca hagan nada al respecto debido a la admiración que se le profesa a un poder que puede hacer lo que quiera y salirse con la suya (que por cierto es la definición de poder). Quizá esa sea la misma duda que nos carcome a todos nosotros por llevar dentro esa terrible contradicción.
Esa noche en el apartamento cocinamos una tortilla de papas y nos tomamos media docena de cervezas. Satisfechos, nos tumbamos a ver una película de Bollywood, una de las estéticas orientales de las que disfrutaba la pareja. Entonces nos preguntamos qué pensarían los indios de los occidentales. Y nos quedamos pensando un rato largo, quizá fueran las cervezas.
En cierto momento quise preguntar qué pensaban los congoleses de los belgas, pero desistí. Aquello era mucho más fácil de adivinar.
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