Pero prosigamos con Yamila en Bruselas, espero que aún la recuerden. La fotógrafa tenía un examen en su escuela de idiomas de la Avenue de la Couronne o Kroonlaan. Esta vía se hallaba, y se halla, pegada a un puente cuyos cincuenta metros de altura ofrecen una vista panorámica de Ixelles, sus calles sinuosas y sus estanques.
Yamila estaría ocupada por un par de horas, así que yo, espero me recuerden, aproveché para hacer turismo étnico. La plaza que viera desde lo alto del puente se llamaba, y aún se llama, Flagey, que se pronuncia igual que un destello lisérgico. Flagey está rodeada de paradas de autobuses, salidas de metro, y también de árabes, turcos y libaneses. En Medio Oriente es muy típica una pizza fina de carne picada llamada lahmacun (en turco) y man’oushe (en libanés). Lo sé porque todo local de kebabs las vende y porque su base es el pan dürum, que originó el wrap que McDonald supuestamente inventó. En Flagey había, y hay, varios restaurantes que ofrecen una veintena de variedades de esa delicia.
El bar que Yamila me recomendó para esperarla sin morir de aburrimiento se llamaba, en un alarde inaudito de creatividad, Café Belga. El diseño original del local databa de los años treinta. Su luz íntima, su mobiliario mezcla de madera y cobre, y hasta sus ventiladores de techo eran el sueño erótico de cualquier diseñador industrial con buen gusto. La salvedad resulta necesaria pues tras haber visto el Café Belga uno comprende que hay millones y millones diseñadores que carecen de él.
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