por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: Flickr
Estoy derrengá.
Me he metido hoy una paliza buena en el local: la semana que viene ponen el luminoso Proscrito.
Sí, oís bien, compañeros de la tripulación: ¡luminoso!. Y, el nunca suficientemente bien ponderado Jaime, me pondrá las cortinas (si su disparatada vida no lo impide).
Casi todo se está haciendo gracias a la ayuda desinteresada de los amigos- qué lujo de gente he tenido la suerte de conocer a lo largo de mi vida-, de mis hijos y los amigos de mis hijos, y eso nos impide fijar fechas exactas. Y merece la pena.
Los últimos años del local han sido dramáticos. El primer día que entré con la caja de herramientas, rezumaba mala energía. No podía hacer lo que los anteriores inquilinos: abrir la puerta y colocarme al mando de la registradora. Necesitaba conocer un poco el local y que él me conociera a mí: nunca habíamos tenido buenas relaciones. Jaime le explicó el otro día a mi hijo que la guitarra que mejor suena es la que más se toca, porque la guitarra son trozos de madera que tienen que aprender que son una guitarra. El local tiene que aprender lo que significa ser un Proscrito, él tiene que aprender a reconocer mis pasos y yo a escuchar sus quejas.
Y eso lleva un tiempo.
Que está llegando a su fin.
Ya hemos hablado, ya hemos celebrado, ya hemos discutido, ya hemos absorbido la energía positiva de toda la gente que ha pasado por allí.
Hemos tirado casi todo lo que había dentro, hemos pintado, estamos redecorando…
Ya estamos casi a punto.
Ya tenemos línea de teléfono, Internet.
Falta sólo pintar la fachada (casi todo es cristal), poner el cartel, sacar toda la basura, volver a limpiar, hacer la pequeña mudanza, que lleguen las sillas, poner las cortinas… Y un sofá.
Quiero que Proscritos sea un sitio acogedor en el que apetezca quedarse a charlar, a leer, a sonreír… Una especie de salón con libros en las estanterías y mesa de profesor. No quiero que parezca una oficina. Ninguna de nuestras oficinas no abiertas al público lo ha sido nunca. Quiero que tenga espíritu Proscrito aunque ya no pueda ir a trabajar en pijama.
Por eso, si alguno de vosotros tiene algún sofá no demasiado grande en buen uso, o alguna cosa que crea que podría encajar en un espacio Proscrito (ojito, que el local es pequeño), que lo diga. Que mande una foto.
Ya os avisaré para la inauguración.