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Primer festival mundial de la digna rabia

Por Cecilia Barreto Vecinday
Fotografía en contexto original: corrientecomunista

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Por un hecho antes que nada fortuito (aunque no casual) recibí el año en el caracol zapatista de Oventik, Chiapas, en el preciso lugar donde hace 15 años se levantó en armas el Ejército Revolucionario de Liberación Nacional. En medio de esta comunidad zapatista (caracol 2) circunstancialmente abierta al mundo, el 31 de diciembre a las 12 de una noche muy fría, la Comandancia en pleno de dicho ejército calentó los ánimos mediante consignas a viva voz tales como: ¡Viva Zapata! ¡Vivan los caracoles! ¡Viva el Subcomandante Marcos! ¡Vivan las mujeres que luchan! ¡Viva México! y dio la bienvenida a activistas sociales, medios de comunicación, intelectuales, simpatizantes y adherentes al movimiento de México y de 25 países del mundo que llegaron a estas tierras para participar del Primer Festival Mundial de la Digna Rabia.

La noche del primero de enero fue fría (una característica de buena parte del año de la sierra alta chiapaneca) y larga… pero permitió conocer aunque sea de paso algunos edificios claves de esta parcela zapatista: la cooperativa artesanal de mujeres, la cooperativa de alimentos, la escuela primaria y la recién inaugurada escuela secundaria, también una iglesia paupérrima, rica sí en sincretismo religioso en donde entrada ya la madrugada, los “cuidadores” del fuego se turnaban para mantener las veladoras encendidas hasta el final. Antes de retirarse, el más viejo repartió bendiciones a las y los indígenas más jóvenes que se rindieron con devoción a sus pies dando muestra de esa regla de respeto básica (que aquí sí se practica) de reverenciar la sabiduría de los ancianos.

Ya en San Cristóbal de las Casas (en el CIDECI) comenzó este festival de la Digna Rabia, bajo la consigna Otro mundo, otro camino: abajo y a la izquierda con mesas de reflexión (y catarsis) que se extendieron desde las 11 de la mañana hasta 9 o 10 de la noche, según. Los expositores provenían de distintos espacios y países para reivindicar distintas rabias con la misma enfática indignación. Algunos ejemplos: Ya basta, de Italia, Comité francés de solidaridad con los pueblos de Chiapas en lucha, Justicia para el barrio (emigrantes mexicanos en Nueva York), Movimento de trabajadores desocupados de Argentina, Alana de Grecia, Congreso Nacional Indígena de México, Red mexicana de trabajo sexual, Presas políticas de Atenco, gente de Perú, Bolivia, Brasil, una ex guerrillera nicaragüense que puso la piel de gallina con el relato de su lucha y los desmanes del actual presidente, una de las Abuelas de Plaza de Mayo y la lista sigue y sigue…

Uruguay también estuvo presente, cómo no… a través de una conferencia muy lúcida de Raúl Zibechi (columnista de La Jornada) quien ha escrito sobre los movimientos sociales en América Latina y refrendó desde la investigación que el despojo histórico que ha sufrido el indígena y el campesinado de nuestros pueblos es una de las rabias más arraigada y antigua. Galeano fue multicitado por aquello de que en 1492 América descubrió el capitalismo y Viglietti omniescuchado. Por su parte, Benedetti fue fuente de inspiración para las sexoservidoras mexicanas que concluyeron con uno de sus poemas el desorbitado grito de rabia contra los explotadores. ¡Ah! y también Tabaré Vázquez tuvo su mención, sindicado como otro de los gobernantes sudamericanos “progresistas” (junto a Brasil, Argentina, Bolivia y Chile) que tiene presencia militar en Haití y ha invadido este pueblo centroamericano ante el silencio cómplice de la comunidad internacional.

La condena a la invasión de Gaza fue una constante a lo largo y ancho del coloquio y no faltaron testimonios (vía satélite) dando cuenta de la masacre que perpetran una vez más los judíos (esta vez con la connivencia del prometedor Obama).
Fueron varios teóricos academicistas los que confirmaron que el sistema capitalista está en fase terminal, un diagnóstico esperanzador de no ser porque su agonía durará décadas y algo peor: la crisis mundial del neoliberalismo, dure lo que dure, la pagamos los de abajo a la izquierda, a la derecha y al centro. Y otra predicción de temer: estamos en la antesala de un exacerbado autoritarismo del que la invasión a Gaza es apenas un indicio, lo mismo los ataques policiales a adolescentes griegos y un largo etcétera.

No es novedad: el mundo está de la ch… ni para donde…bajarnos no podemos como quería Mafalda y sólo con apartar las pilas del resto de la basura o bajarle a la coca cola no aplacamos la injusticia que sufren los campesinos/as despojados/as, trabajadores y trabajadoras explotadas, presos y presas políticas, desaparecidos, torturados, la devastación ambiental, la impunidad de los políticos de turno, el crack económico mundial, el desempleo y un sinnúmero de ejemplos que dan cuenta de la enajenación que vivimos como raza humana.

El mexicano Gustavo Esteva utilizó una metáfora apocalíptica que me impresionó (y confirma que el libro “Socialismo o barbarie” de Rosa de Luxemburgo, sigue más que vigente): “El barco de la humanidad atraviesa una gran tormenta” sentenció. “En la sala de máquinas departen los dirigentes políticos mientras en cubierta, la gente común se da cuenta de que navega sin capitán al timón. Los más desesperados se lanzan al agua (en un acto más de individualismo) mientras otros conforman sus propias comunidades y se escapan a pequeñas islas para construir otros sistemas de gobierno” (claro que se le olvidó mencionar el bloqueo que podrían sufrir por esa autónoma decisión, ja).

La otra cara de este panorama desalentador (cubierta por un pasamontañas, por cierto) es la del pueblo zapatista que sobrevive hostigado, amenazado, en la indigencia más abrumadora, en la clandestinidad de las cuevas, pero con una dignidad ejemplar y la convicción de que la tierra es de quien la trabaja, una consigna que es además el motor de su lucha, una lucha que sigue y sigue después de 15 años. Y un lema que hicieron suyo los representantes del movimiento obrero argentino al decir que las fábricas son de quienes las trabajan y del que también se apropiaron las trabajadoras sexuales (en el marco de su exposición sobre “las otras sexualidades”) bajo el lema “la esquina (y la vagina) es de quien la trabaja”.

No sólo la recuperación de tierras y animales ha sido el gran logro del zapatismo y la reivindicación de su raza sino la instauración de una forma de gobierno democrática y representativa de la que deberían tomar nota muchos de los gobiernos (y gobernantes) que se dicen democráticos.

Silvia Marcos, feminista de larga data, se detuvo (por fin) a analizar el papel de las zapatistas dentro del movimiento y sus comunidades, dando cuenta del “otro feminismo” del que debería aprender el actual (¿viejo?) cuando comprenda la necesidad de reformularse y considerar nuevas metas y nuevas estrategias.

Consejas autónomas ante las juntas del buen gobierno, capitanas, promotoras de salud, comisariadas agrarias, milicianas, insurgentas, jóvenas, son sólo algunos de los cargos que las zapatistas desempeñan dentro de su ejército, en un despliegue de participación femenina del que por cierto la tecnología computacional no se hace eco (cuando me marca en rojo estos términos).
Según Silvia Marcos, para las y los zapatistas no existe el conflicto entre los derechos colectivos de los pueblos y los derechos individuales de las mujeres. El concepto de dualidad mesoamericana permite la unión de los opuestos con fluidez y el acuerdo media entre el hombre y la mujer, apoyados por usos y costumbres. El equilibrio y la armonía son elementos cosmogónicos mesoamericanos que permean las relaciones humanas. Para muestra basta un botón: en el marco del encuentro “Comandanta Ramona: mujeres zapatistas, mujeres del mundo” que se llevó a cabo el año pasado en la Garrucha, mujeres de todas partes se acercaron al caracol con su lista de preguntas. Una de ellas cuestionó lisa y llanamente a las representantes zapatistas: ¿Hay machismo en los caracoles? Las indígenas se inclinaron para consultarse unas a otras y luego de un breve intercambio a media voz, una de ellas tomó la palabra para responder (con cierto aire de inocencia): “No sabemos que decir… porque están ahora haciendo la comida que comemos hoy”. Tal parece que estas mujeres están revolucionando la revolución.
Mi crónica podría extenderse a la riqueza cultural de Chiapas, que no se agota en sus artesanías y tejidos multicolores ni en su gastronomía, sus usos y costumbres. Queda la promesa de contarles más adelante cuando “aterrice” de a poco los desordenados garabatos que conformaron dice que mis notas.

PD: El apartado sobre el Subcomandante Marcos ameritaría mucho más que una posdata, me queda claro. Pero en este panorama general del festival mundial de la Digna Rabia que quise compartirles a vuelapluma, me detengo en una percepción muy subjetiva (quizás muy inocente, también) que pretende pasar por alto lo poco o casi nada que sabía de él antes de tenerlo frente a frente, si es que esto es posible con alguien cubierto por un pasamontañas. Me traje de tarea analizar más a fondo sus discursos y espulgar en sus contradicciones (que las tiene) y sus poses (que no se limitan al aparatoso gesto con que en ocasiones sostiene su pipa o la enciende) pero no me queda la menor duda del disfrute que despierta escucharlo (por el tono de sus discursos o su voz, la veta naif de sus cuentos y esa extraña sensación de estar frente a un hombre mito, de esos que no pasan por la vida como simples mortales). Amén de todo esto, rápidamente puedo decir que sus libros de cuentos, los libros sobre él, los calendarios con sus fotos, las playeras grabadas con su nombre y todo el merchandising que alimenta su seductora imagen de guerrillero ilustrado, egresado de la UNAM, de algún modo tienen razón de ser en los 25 años de clandestinidad internado en la sierra chiapaneca, abrazado a una causa que aunque le pertenece, siguió más por elección, por convicción, que por falta de opciones…. En resumidas cuentas se me hace un líder nato que no pierde de vista que sólo representa, un personaje carismático de humor genial. Alguien que no esconde nada, salvo los estragos del tiempo pasados los 50 detrás de un enigmático pasamontañas.
Tan, tan.

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