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Gaza, aguanta: Madrid se levanta.

por Marisol Oviaño

No es la primera vez que voy a una manifestación sola.
Ni será la última.
Hay algo adictivo en fundirse con el mobiliario urbano y observar cómo se forma una bomba de energía que, bien canalizada, podría mover montañas.

Miles de personas (250.000 según los organizadores) han llegado hasta aquí acompañadas (siempre se queda con alguien para estas cosas), para gritar, para hacerse oír, para exigir.
Para sentirse valientes.

Hoy sí había quedado, pero llegaba tarde y me bajé del metro dos estaciones después del punto de encuentro, en la recta final de la ruta que llevaría la manifestación. Los amigos me llamaron al móvil: ellos estaban mucho más atrás y tardaríamos un rato en reunirnos. Perfecto. Podría estar yo sola con mis ojos, mirar. Aprender. Y unirme a la riada cuando pasasen ellos.

A la cabecera- que acaba de pasar cuando yo llego, van actores- qué gente más cansina-, políticos, escritores amigos de los políticos y los actores, y sindicalistas que se echan a la calle por los palestinos y callan cuando el Estado español regala el dinero del pueblo a los bancos. No me interesa la cabecera, ni los convocantes, yo he venido aquí, como la mayoría de la gente, supongo, porque me lo pedía mi conciencia. No me interesan los nombres públicos, ni las caras conocidas, sino la gente como yo, la que va con sus hijos y ni siquiera sabe qué logotipo patrocina la primera pancarta, la que no está aquí por el deseable Carmelo Gómez- con quien coincidí al regresar en el mismo vagón de metro- ni por el sibilino Gaspar Llamazares, ni por la banderita del PSOE; la que se siente estafada por CCOO y UGT, la que sabe que no servirá de nada manifestarse y, aún así, se manifiesta.

Lo queremos ver, lo queremos ver, si Zapatero cierra la embajada de Israel, cantaba la manifestación a su paso, lo que a mí me ha parecido una patente demostración de la poca confianza que tenemos en nuestros gobernantes en particular y la clase política en general.

Hacía un frío de pelotas y gran parte del recorrido era a la sombra, pero eso no ha impedido que muchos, madrileños y no madrileños, acudieran a la convocatoria. Desde el punto más alto de la calle Alcalá podía apreciarse la riada humana que no dejaba de llegar desde Cibeles. La manifestación avanzaba muy despacio por la gran densidad de manifestante por metro cuadrado, especialmente al acercarse al embudo de la calle Cedaceros, había que tener cuidado con los niños porque resultaba fácil perderlos.

Mis amigos habían salido a las doce de Cibeles, cuando pasaron a mi altura, me uní a la corriente: llegamos a la Puerta del Sol a las dos de la tarde. Dos horas desde Cibeles.

Ni escuchamos a las figuras públicas- ya habían terminado cuando entramos en la plaza- ni nos fuimos a tirar piedras a la embajada israelí.
Eso es para gente más joven.

De todo los lemas que he escuchado hoy, me quedaría con uno: Todos somos palestinos

0 respuestas a «Gaza, aguanta: Madrid se levanta.»

Qué bien te lo has currado, Marisol. Qué buen reportaje. Es una crónica periodística perfecta. Objetividad arropada con tu convincente subjetividad. Tu crónica me ha llevado a la manifestación. Qué razón tienes.
Gracias.

Días atrás una buena amiga me decía: un abrazo sincero tiene más poder que cien bombas atómicas.
Desgraciadamente, para infortunio de Palestinos indefensos e Israelíes de bien; aún hay algunos estúpidos que piensan en solucionar problemas con unas bombas que, demostrado está, tan sólo los agravan.
A ver si de una vez todas las personas aprenden, así tal vez las huestes troglodíticas de la violencia se decanten por el abrazo: Hamás y Hezbollá utilizando a los pobres Palestinos cuyo sufrimiento está visto que les importa un rábano. Y los dirigentes Israelíes, esos descendientes del fanatismo del Irgún y cuyos métodos se aproximan cada día más a los de sus ex-verdugos Nazis; creando las condiciones para mantener al pueblo Palestino en la miseria y en la violencia.
Da igual el color de la guerra, ninguna es justificable. El abrazo tienen futuro, las bombas no.

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