por Marisol Oviaño
Mi casa, mis hijos y yo olemos a chimenea.
A mi abuela y mi madre les disgusta ese aroma que anuncia nuestra presencia, lo asocian con los inviernos de sabañones en las frías tierras de Castilla. Para ellas es el olor de las privaciones.
Sin embargo, para mí es el de la vida: mal andaremos el día que no pueda ni echar un hatillo de troncos que me arropen mientras escribo.
Hacer de la necesidad virtud es labor de los poetas.
A los hombres, el perfume del fuego les resulta evocador. Como si su memoria genética viajara a la época en la que ellos salían de caza y las mujeres mantenían viva la hoguera, junto a la que contarían más tarde sus hazañas. La literatura nació mientras el primer escritor cavernícola se calentaba las manos al fuego.
Con frecuencia, cuando entramos en alguna tienda, alguien se pone a olfatear el aire: ¿a qué huele?, en algunas incluso se ponen a revisar qué aparato se está quemando, no, no es olor a cable quemado es olor a, a… dicen buscando en la punta de su lengua. Soy yo, suelo confesar con una sonrisa, tengo chimenea en casa y huelo a humo.
El otro día fui a comprar algo de ropa a mi hija a un centro comercial, a una de esas tiendas de dos plantas en las que la música no deja de atronar y las cajeras se comportan como si el mismísimo Dios fuera el jefe de personal que las ha elegido. Tuvimos que hacer cola para pagar, y cuando nos llegó el turno, la cajera, una jovencita con una inverosímil cara de porky mal follada (inverosímil por la edad de la moza), arrugó la nariz y dijo: ¡se está quemando algo!¡dios, cómo huele a quemado!¡qué asco! . No le dimos ninguna explicación, pagamos y dejamos que siguiera buscando el incendio bajo el mostrador, entre la maraña de cables.
Dime qué olores te gustan y te diré quién eres.
0 respuestas a «Olores»
Siempre ha habido una chimenea en mi vida. Aquí en Catalunya también se puede llamar «escalfapanxes» (calientabarrigas). La chimenea es un punto de atracción, de reunión, un lugar en el que la familia confluye, comparte, departe.
Observar las llamas, la leña que se consume hasta acabar en brasas aterciopeladas… Los pensamientos fluyen, el alma se relaja…
Es aroma de chimenea, nunca peste.
Al que le huele mal es que nunca ha tenido la oportunidad de calentarse la barriga con un buen fuego jajaja.
Creo que hay dos tipos de olores, el de hoguera (que es de vagabundos y tiene el regusto amargo de los cartones, la basura y la madera de ramitas de mala calidad) y el de Chimenea (que es noble y dulce como la encina).
Hay que usar siempre encina. Pino como mínimo.
El pino sirve para encender: arde demasiado rápido. Mis fuegos son siempre de encina.