Por Rodolfo Naró
Fotografía de Rodolfo y Marisol en Madrid: Eude
2008
Escribo esta columna en el último día del 2008 aunque sé que ustedes la leerán en el 2009. La dedico a los amigos que perdí, a los amores que se fueron. Es inevitable, hacer un recuento del año que nos deja, siempre que llega este día, final de una semana que aparece con tensa calma.
Enero del 2008 fue un mes muy ingrato, el sentimiento se me desmoronó entre las manos y llegué a febrero arrastrando la cobija. Viajé a la tierra de Obama, a quien algunos quieren recandidatear para el novato del año y vi por primera vez la nieve, la tuve en mis manos. Me reencontré con Gina Wiberg y, como si fuera una escena de película dominguera, hicimos caminatas buscando venados en el frío y nevado bosque. Llegó marzo con la primavera y el amor de nuevo me brilló en los ojos al finalizar con Nadir una Semana Santa turbulenta. En abril hice por fin la presentación oficial de mi novela El orden infinito, me acompañaron Antonio Ramos y Daniel Sada, en la narración Cecilia Kamen y Rubén Corbet. En verano estuve recorriendo todas las estaciones de trenes y autobuses de Europa, arrastrando dos maletas, acompañado por Massimo Falá, italiano mochilero que me enseñó a distinguir el valor de pesos y centavos. Viví en casas de amigos: Pedro y Marisol, Asunción y Juan Luis, quienes me adoptaron como un hijo dos espléndidas semanas en Granada. Recorrí el calvario de García Lorca, estuve en Viznar, en su casa natal y en la Huerta de San Vicente. En Barcelona redescubrí a Madonna en casa de Christian y Homar, quien es fanático de su música, libros y calzones. Un fan puede llegar al crimen, escuché decir a Homar un día mientras ponía por enésima vez American life. Aprendí un poco de francés viviendo en Toulouse y Nicole, mi casera, que vino a visitarme en diciembre, le dijo en español: ¡cállate, cállate! por querer decir ¡quítate, quítate! a un tipo que mientras se le arrejuntaba le metía mano en el metro de la ciudad de México en plena hora pico de la tarde. Pero lo más importante que obtuve de ese largo viaje es esta columna que comencé a escribir después de verme desnudo en una playa naturista de Barcelona que frecuentaba todos los días de agosto. Comencé a escribirla para compartir lo que veía y sentía en completa libertad.
De vuelta a México octubre y noviembre se me fueron sin sentir, esperando la Feria del Libro de Guadalajara, releyendo mi nueva novela, en un juego de necios cambios, subiendo un párrafo y bajando otro, inventando capítulos y dialogando con personajes. Celebrando con amigos sus éxitos: el final del rodaje de El soldado Pérez de Beto Gómez. La reunión, después de 22 años de no vernos, con mis amigos de la universidad, Jorge, Agustín, Bonnie Cartas, Mawi, Gerardo y Mónica, quienes se merecen su propia columna. Me puse exaltado de contento por el nuevo hijo de Verónica y Omar Velázquez, nacido el 26 de diciembre y a quien le pusieron Diego, nombre que yo les sugerí.
Durante este año que se va leí casi todo lo traducido de Amos Oz, Los informantes, del colombiano Juan Gabriel Vázquez, dos veces Caballeriza del Guatemalteco Rodrigo Rey Rosa. Vi todo el cine que pude, muchas óperas primas: Rec, Satanás, adaptación de la novela del escritor colombiano Mario Mendoza; el regreso de Humberto Zurita al cine con Bajo la sal, Ceguera, la adaptación cinematográfica de Ensayo sobre la ceguera de Saramago y Funny Games. Un año compartí mi casa con Audomaro Ernesto, poeta becario de la Fundación para las Letras Mexicanas, hasta que se enamoró y emprendió su destino. Haciendo el balance de este 2008 que termina, descubrí que aproveché cada instante, cada suspiro, me despedí de viejos rencores, tiré mis corbatas a la basura y sobre todo caminé. He caminado tanto que sé que un día he de llegar.
2009
Empieza con una anunciada crisis que para los mexicanos es el pan nuestro de cada día. Podría también enumerar mi lista de propósitos pero son tan comunes como los de cualquiera: el próximo lunes ponerme a dieta, volver al gimnasio y tomarme unas buenas vacaciones. Pero prefiero dejar que este nuevo año me sorprenda y seguir visitándonos en mis próximas chuecas. Por lo pronto, Aguas, que ahí vienen los Reyes.
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Rodolfo Naró, poeta y narrador mexicano, su libro reciente es El orden infinito, finalista del Premio Planeta de Novela 2006.
0 respuestas a «2008»
Recuerdo que cuando estuviste aquí, querías ir a Ikea (rabioso amante del diseño como eres). Trataste de convencerme para que te acompañara, pero yo tenía la gasolina medida con cuenta gotas y tenía mucho que hacer. Pero eso no te amilanó y echaste el día en acercarte al Ikea más cercano (que debe estar a unos 40 kms de mi casa). Me preguntaste sí quería que me trajeras algo de allí.
– Sí- contesté- Mostaza.
Y aunque te pareció el encargo más raro del mundo, regresaste a la noche con el bote de mostaza de Ikea.
Desde aquí te deseo lo mejor para el 2009.
Que los hados, las crisis, las revoluciones y los desastres naturales, no nos impidan seguir alimentando esta amistad transoceánica, entrañable y literaria.
Hola Marisol,
seguramente en 2009 nos volveremos a ver y la próxima vez vamos a Ikea yo pongo la gasolina y tu el auto. En México te espero con los brazos abiertos.
Besos en casa,
Naró
Marisol,
que desastre de foto haz puesto creo que la luz de Torrelodonos no me favorece, bueno, también iba llegando de Barcelona, luego de 10 horas de bus y mal sueño.
Besos a Eude,
Naró
Sí, reconozco que la foto no es nada del otro jueves. Prometo esmerarme más en la próxima columna.