Miguel Pérez de Lema
No resulta difícil atribuirse la opinión de los muertos. Ni vaciarles los bolsillos. Ni repartirse sus ropas. Los muertos, claro, de ésto no opinan.
Los estrategas de salón sí que tenemos opiniones, y vida, y tomamos café bien calentito a media tarde y movemos nuestros ejércitos sobre el mantel: aquí, este plato de galletas es Gaza, allí, el azucarero es Jerusalem, y al fondo, en el espacio entre la botella de anís y la bandeja de polvorones vendría a estar lo que es la parte de Irán .
Igual resulta que eso es todo lo que tenemos, vida como opiniones. Quiero decir que los que mueren probablemente no opinaron nunca, ni cuando vivían. Y, sin embargo, ellos sí que tenían vida. La clase de vida que nosotros no podemos tener, la vida de las bestias sacrificadas, la vida mineral, acuática, salvaje, vivacísima, de los que viven y no opinan.
La vida de los que mueren.
Coño con los señores opinalotodo.
Un existencialista resumió la patética desgracia de la humanidad mediante el ejemplo de una situación trágica esencial. La peste asola una ciudad, es necesario traer un remedio urgentemente de la ciudad vecina. Un padre y un hijo se ofrecen para ir a buscarlo. En el camino el hijo tiene un grave accidente y el padre debe elegir entre detenerse para atenderlo o seguir el camino y salvar la ciudad.
Una situación trágica es aquella en la que se ofrecen dos alternativas igualmente funestas. Y por eso Israel y Palestina nos atraen con la fuerza de la tragedia. Desde el momento en que fue reconocida la existencia de Israel como Estado, tiene la legitimidad de cualquier otro Estado para defenderse de cualquier ataque. Desde el momento en que Palestina fue invadida tiene la legitimidad para atacar. Los dos tienen derecho a pelear y a vencer. Por eso ninguno de los dos puede ganar. Una tragedia es un conflicto en el que ambas partes sólo pueden perder.
Quizá habría que pedirle cuentas a quienes crearon esta situación trágica, a quienes plantearon este conflicto, a los que situaron los peones en el tablero, pero eso es cuestión de opiniones. Unas opiniones que no cambian la situación ni pueden variar el transcurso de la acción.
Esto es así.
Lo sé bien porque me lo han dicho los muertos.
0 respuestas a «La opinión de los muertos»
«Israel y Palestina nos atraen con la fuerza de la tragedia. Desde el momento en que fue reconocida la existencia de Israel como Estado, tiene la legitimidad de cualquier otro Estado para defenderse de cualquier ataque. Desde el momento en que Palestina fue invadida tiene la legitimidad para atacar. Los dos tienen derecho a pelear y a vencer. Por eso ninguno de los dos puede ganar. Una tragedia es un conflicto en el que ambas partes sólo pueden perder.»
Muy sabias palabras, Miguel. Quizá el mejor resumen de este conflicto y lo que nos provoca que he leído nunca.
..pero en la defensa no debe haber desproporción ni abuso. El que esta muriendo es el pueblo palestino. Siempre, siempre es el que más pierde. Ya (dicen que) hay 500 muertos.
Has hecho un buen retrato de la situación.Esclarecedora y que da que pensar. Lástima que, como tú mismo escribes, sólo nos sirve como teoría y no podamos hacer nada para acabar con este horrible conflicto.
Brillante artículo,soy argentina,»opinadora de escritorio»,me duele el mundo,me duelen los débiles, y estoy aqui, frente a la realidad de este tema, con un «mate argentino»(bombilla en el medio) absorbiendo el horror y la extrema sensibilidad que me trae leer a Miguel en esta historia de sangre.Susana Monjoux.
…y los heridos (como apunta «Ghost»). Las fotos que hay colgadas en «coto privado de caza 3» (cómo define este título la situación: Gaza es un campo de exterminio), el video de «sobrevivir a Verdún»…sobrevivir a tanto dolor, secuelas físicas, psicológicas..
Esos niños. Cuánta pérdida, cuánto daño, cuánto odio…! Terrible.
Y lo más alucinante de todo, es que sobrevivimos.
Enterramos a los muertos y seguimos viviendo. Aunque nos falte un ojo, o una pierna, o la madre, o los hijos que parimos.
El ser humano es un animal maravilloso a pesar de todo lo terrible. No perdamos la esperanza, o sólo seremos animales.