por Pedro Lluch
Soy un San Sebastián clavado a algunos versos.
Me complazco en la ignorancia de mi desmemoria. Puedo recitar los tristes más versos esta noche, y no saber cómo siguen ni adónde llevan. No saber tampoco cómo suenan los versos finales del paredón, sí, tu niñez ya fábula de fuente, y las lenguas de lebrel en los pechos de Amaranta. Apunto: y este sol de la infancia que se apagó en el gabán de Machado en el frío de una derrota junto al mar, pasada la raya de Francia y las lindes de todas las corduras de un continente en guerra. Disparo un hemistiquio: su impacto hiere. Yerto queda luego Dionisio en la tundra del Volkhov, tan lejos.
Me complazco en las heridas. Me gusta imaginar mi pecho alfileteado, frágil cuerpo a un tocón atado. El cuello se retuerce, y no sabe el espectador si la cara busca el suelo o huye de la sangre. Ésta deja regueros en los muslos. Mi pechera blanca (los semidioses se depilan), cien mil rosas la mancharon, muerte que te quiero muerta.
0 respuestas a «Sebastián»
Sebastianes hay miles en este ejercito llamado “progreso” todos de una forma u otra militamos pues envueltos en ello nos encontramos…tendré la suerte de por Irene ser encontrado, curado para de nuevo ser azotado hasta morir,y al arroyo ser arrojado…nadie quiere una Lucina,para que recoja sus restos..