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General Lecciones de la vida

La inquilina

por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: educ.ar
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Hace tres años me separé.
Debo ser de las pocas madres de España que no se han quedado con la casa: la vendimos, la mitad para uno y la mitad para otro. Te comprarás una casa ¿no?, me decía todo el mundo. Después de pagar la hipoteca y dividir por dos, me había quedado dinero para endeudarme otros treinta años. Y además, ya había comprendido que en la hipoteca está la trampa, y no tenía intención de volver a caer en la ratonera. Invertí ese dinero en comprar un local pequeñito y nos fuimos a vivir a un piso de alquiler.

Pago 900 euros al mes. Si tú pagas eso de hipoteca, te desgravarás una pasta. Yo cero. De cara a Hacienda, yo estoy viviendo en la calle. Mi alquiler no desgrava. Pero. Si me hubiera comprado el piso que entonces parecía poder permitirme, estaría pagando, como poco 1400 euros de hipoteca. Y no tengo ayuda ninguna del padre de mis hijos. Todo cae sobre mis espaldas

Si te hubieras comprado una casa, no habrías pagado un solo impuesto, me dicen los que encuentran revolucionario vivir de alquiler. Sí, me habría ahorrado muchos impuestos. Hacienda me dio un tirón de orejas- niña mala que no firma hipoteca- y se llevó un buen pellizco. Podría haber pagado el alquiler de dos años con ese dinero. Pero hace tiempo que lo amortizamos: no es ni la mitad de lo que se estarían llevando los bancos si hubiera firmado una hipoteca.

No sé cuánto te desgravas tú.
Pero esta sensación de libertad que te da el no deber nada a los bancos, no tener casa en propiedad y poder levantar el vuelo en cualquier momento, no se paga con dinero.

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