por Robert Lozinski
Imagen en contexto original: armakdeodelot
El pataleo y los puñetazos en el aire de los EEUU y la UE después del KO de Rusia en el combate de Crimea sólo mueven a risa. También los análisis asustadores sobre qué va a pasar, hechos por expertos de Bruselas y Washington, son más bien cómicos; que Rusia reinició su política imperialista, quién va a ser el siguiente, si Transnistria u otras zonas aisladas de mayoría rusa o prorrusa.
Putin no es el dirigente soviético alcoholizado que solía olvidarse en mitad del discurso de lo que tenía que decir. Quedarse con Crimea o con cualquier territorio de la antigua URSS de mayoría rusa o prorrusa es mucho más importante para él y su Rusia que ser miembro del G8, de la ONU o de cualquier otra organización internacional. (Me encanta esa generosidad del Occidente de premiarte o de hacerte miembro de su club a cambio de entregarles países enteros. Mihail Gorbachov recibió el Nobel de la Paz por regalar la Unión Soviética. También puede ser que ni él supiera lo que vendría después de su intento de apertura “amistosa” hacia el Occidente).
En Riqueza rusa y astucia alemana escribí sobre la posibilidad de que Europa saliera de la crisis de forma duradera con una alianza económica eurorrusa.
Rusia ha sido un gran importador de tecnología y cultura europeas. Me basta con recordar a Pedro I El Grande que construyó San Petersburgo con la ayuda de ingenieros occidentales. Odessa, otra ciudad importante del antiguo imperio, de momento perteneciente a Ucrania, fue fundada por el almirante catalán De Ribas y tuvo como alcalde al francés Duque de Richelieu. Los ejemplos podrían continuar. Nuestros escritores querían equipararse con los escritores europeos, los artistas soñaban con los aplausos del público europeo. ¿Qué hemos recibido a cambio? Me consta que sólo desprecio.
Yo no sé a qué intereses obedece una política tan obtusa y mal enfocada. Me figuro que sólo a intereses egoístas y particulares. Si no, no me explico por qué hasta ahora no se han reunido a dialogar líderes europeos –reconozcámoslos como tales de una vez, alemanes, franceses, holandeses o quienes sean ésos- y rusos. Juntos alrededor de una mesa para la prosperidad de esta zona que no hace más que pelear y pelear consigo misma desde hace siglos y siglos. ¿Quién diablos es el culpable de esa crónica falta de entendimiento que ha originado ríos y ríos de sangre? ¿Quién es el más fuerte, el mandamás o hasta ahora no se lo han aclarado ni ellos mismos y correrán otros ríos de sangre y lágrimas por siglos y siglos en el empeño de disputarse continuamente la supremacía?
La situación me recuerda a la osa que describí en Las garras de Gurides , relato publicado también aquí, en Proscritos. La osa cayó en una trampa disimulada en el suelo. El furtivo, cigarro en la boca y manos en los bolsillos, regresó al día siguiente para ver que tal iba la cosa y al verla cogió un palo y, sin acercarse demasiado para que su vida no corriera ningún peligro, empezó a darle empujoncitos. Uno, dos, tres. Se lo pasaba muy bomba el cabrón con el jueguito. La osa, dispuesta a aceptar el destino pero no la humillación, aunó toda su natural fuerza y arrancó de raíz el árbol junto con la trampa a él atada. De un salto estuvo al lado de su verdugo y de un zarpazo, ¡zas!, lo partió en dos mitades.
¿Quién es el furtivo? Acertado: Europa. ¿Quién es la osa? Nuevo acierto: Rusia.
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Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena
2 respuestas a «El cuento del furtivo y la osa»
Es muy interesante para nosotros conocer tu punto de vista desde allí. Personalmente desconozco la historia de esa región como si fuera Marte.
Aunque creo que cuando dices Europa deberías decir Europa-Otan. Me parece que eso iguala bastante la partida. ¿No?
Vale, Europa-Otan. ¿Qué cambia eso?