por Inés Zarza
Recuerdo la cara de desaprobación del médico. “Los hombres como usted tientan a la suerte, pensando que no les va a tocar a ellos, pero a todos nos llega, Mauricio López, y a usted le ha llegado el momento de dejar de fumar.”
Me quedé unos segundos en soledad, sentado en la camilla mientras me abotonaba la camisa y oía el rumor de las voces de Antonia y el médico: “No, si ya lo sabía yo, tanto pitillo no puede ser bueno, que tome estas pastillas, le sentarán bien y le ayudarán a relajarse, muchas gracias doctor, Dios se lo pague”.
¡Caramba! Pues lo dejo ─pensé hoy hace tres meses─. Sí señor, que yo siempre he sido muy echado pa’lante. Es cuestión de coco.
─Ya voy, Antonia, voy terminando.
¡Ay, Dios! Pero es que esto es indescriptible. Los primeros días bien, todo el mundo mirándome como a un campeón, y yo en plan tranquilo: “¬Oye, tampoco es para tanto─ alardeaba en el Mirador a mis contertulios─, es cuestión de poder y, ¡vaya!, me siento mucho mejor. Creo que hasta me voy a comprar una bicicleta. Y todos:”Oh, ah, y, olé Mauricio, tú sí que vales”. Pero lo cierto es que estoy desesperado. Han pasado tres meses y cada vez tengo más ganas de fumar, aunque me haya comido todos los chicles del mundo, hasta los regalices rojos de mi nieto me comí ayer, cuando nadie se daba cuenta. ¿Y esto es dignidad? ¿Dignidad en comerse veinticuatro croquetas casi sin respirar? ¿En beberse seis cervezas seguidas? A veces, me despierto por la noche sintiendo unos profundos pinchazos de angustia en el estómago, como si me precipitara por un túnel sin luz y oigo a la Antonia respirar la respiración de alguien que respira por ti, y siento, simultáneamente, ternura y ganas de matarla, o de divorciarme, o lo que sea, todo vale con tal de volver a echarme un pitillito a conciencia. Uno, sólo uno. Volver a sentir el placer de abrir el paquete; quitarle el plástico, el papel de aluminio y colocar el cigarro en los labios durante unos segundos; ese instante mágico en que se echa mano al mechero y se enciende el cigarrillo con avaricia, para inspirar la primera calada de cigarro estrenado, que te hace sentir como cuando te cambian las sábanas. Luego, estirar el brazo buscando un cenicero y entonces sentir que estás ahí, tranquilo, entero. Así yo, Mauricio, el Mauricio disfrutaría de ese pitillo sin hablar con nadie, dejando vagar mi mirada y mis pensamientos. ¡Lo que daría por un cigarro! Uno sólo, por favor.
─Mauricio, Mauricio. ¿Me oyes?
─ ¿Quién eres? ¿Quién habla? Te oigo pero no te veo.
─Mauricio no puedes verme, soy la escritora de este cuento.
─ ¿Escritora? ¿Me estás tomando el pelo? ¿O es que dejar de fumar también provoca alucinaciones?
─No, no son alucinaciones, Mauricio. Simplemente acudo a ti para dar rienda suelta a tu deseo. He decidido apiadarme y concederte el deseo de fumarte un pitillo. Pero ha de ser el último, Mauricio, sin más trampas.
─ ¡Joder!
─ Toma, fuma.
─Gracias autora, nunca olvidaré este gesto. Por cierto, ¿tienes fuego?
─Ya me gustaría, ya, pero yo también lo he dejado.
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Hace siete años que no fumo (tabaco). Fumaba 30 pitillos al día, eso los días que no salía de marcha.
Lo dejé en tiempos en que todavía se podía fumar en aeropuertos, bares, e incluso en las casas de buenas personas.
Hoy, ser fumador se ha convertido en una última frontera.
Llego ayer a mi casa del curro y encuentro que hay un olor difrente en el ambiente, descartado el nuevo incienso, estando la plancha desenchufada y no habiendo pasado nadie por mi casa con el hábito de fumar en las ultimas 24 horas, me siento al teclado con cierto mosqueo pero sin ver o aprenciar nada que pudiera alarmarme. Al cabo de unos minutos el olor se acentuaba. No veo nada, compruebo todos los cables de esta casa adicta a la tecnología. Todo en orden. Llueve y hay poca luz, levanto de pronto la cortina de mi despacho y me encuentro una de mis macetas ( con plantas artificiales, he de confesar) en llamas, ardiendo como las zarzas de la Biblia. «Pero me cago en la…» Antes de hacer nada 8 osea colocar aquel artefacto humeante en la bañera) salgo enfurecida de mi casa y subo al piso de arriba, pego unos timbrazos de cuidado y abre la puerta una embarazada de seis meses y le pregunto con cara de mala leche
– Oye ¿tu fumas?
– Yo no
– ¿Y tu mrido?
– Sí, pero no en casa, me respondecon cara de lerda.
-Claro, en casa no, en la ventana ¿verdad? y luego tan campante tira la colilla a mis macetas. Pues tu marido a estad a punto de quemarme la keli… así que a ver si le regalas a tu chico un cenicero portátil, le digo ya a punto de estallar de ira.
Al bajar las escaleas me entró la risa floja ante tamaña situación, recordé de pronto, un cartel que leí una vez en el sur de España: «Prohibido tirar basura, por la ventana». En aquel momento me resultó increíble, ahora creo que lo voy a colgar en el portal de mi casa.
Fumar o no fumar esa es la cuestión
Hay actitudes mucho peores que fumar
y hay una colilla que casi me deja sin casa.
y de pronto recuerdo también lo efímero que es todo
Mauricio en el fondo no había dejado de fumar. No lo había dejado por que el miedo no sirve como remedio. El miedo sólo crea frustración y una rebeldía ciega pero nunca sirve para curar. Ni tampoco la fuerza de voluntad. Conocemos todos fumadores que cuando menos «andarían una milla por un Camel» y encima a las 4 de la madrugada. Eso sí que es fuerza de voluntad. Dejar de fumar sólo se consigue al tomar conciencia. Es la única decisión que tomarás en tu vida de la que puedes estar seguro en un 100% de no haberte equivocado. Sí eres un ex fumador que aún envidias a los fumadores es que aún eres un (reprimido) fumador y eso sí que es duro de llevar.
Llevo 3 meses ya sin fumar y hace 5 cumplí los 45. Si hago caso a mi amigo la vida es entonces como un partido de fútbol con dos tiempos de 45. Estoy ya en el segundo tiempo , que es cuando se decide el resultado aunque tal vez no hasta la prórroga o incluso los penaltis. He dejado de medir el tiempo por cigarrillos, he dejado de buscar llenar el hueco que me dejó el último «Camel». Confieso que a veces creo extrañar algo del hecho de fumar pero al poco me doy cuenta que es tan sólo «melancolía «, es decir que extraño algo que nunca en el fondo tuve.
Pd. EL problema del hachís y la marihuana es que se fuma casi siempre mezclado con tabaco que es lo que tiene la nicotina y por ende lo que engancha. Por eso hay tantos «no fumadores» enganchados a los porros , dando la brasa y dando tumbos.
¿Es tan importante dejar de fumar? ¿Cuanta gente muere por malos hábitos alimenticios? ¿No estamos ingeriendo productos químicos raros como conservantes, colorantes cuyo nombre empieza por e mayuscula? ¿O por contaminación atomosférica en las ciudades? ¿Se deja de fumar porque es políticamente correcto? Si fumas eres un desgraciado egoista porque estás firmando la sentencia de muerte de los que tienes alrededor…Y el que conduce un coche también me está sentenciando y el que va en avión porque están contaminando el aire que respiro. Los médicos no tienen ni idea, en el fondo siempre trasladan la responsbailidad de las enfermedades a los pacientes: es porque fuma, es que usted tiene estres, no come de manera saludable, hace usted ejercicio??? En fin, me podría estar todo el dia escirbiendo sobre esto…Salu2
Suscribo todo lo dicho por anónimo.
Da la sensación de que sólo se mueren los que no fuman.
Idem, anónimo y Marisol. Hace poco me comentó un amigo que en su empresa -en la que por cierto han prohibido fumar- se suicidó la esposa de un empleado. Todo el mundo dejó de fumar. Todos de repente tan saludables, jugando a padle, en fin, ya sabéis… Llega el lunes, el empleado X no va a trabajar. ¿Por qué? Su mujer se había suicidado… Ay!!!
Efectivamente hay muchas cosas que matan (la mala leche, por ejemplo, también lo hace) pero esa no es la cuestión. La cuestión no es «cuantas cosas nos pueden matar», por que la lista sería innumerable. La cuestión es si fumar mata. Y lo hace. A veces no le da tiempo, y lo hace otra de esas innumerables, pero otras veces gana «el fumar». No nos engañemos.
Claro está, que también podemos ponernos a prueba y hacer apuestas para ver quien gana en nuestro caso. Somos libres de hacerlo. Pero sin monsergas.
Vale anonimo, pretendía atraer la atención sobre la actitud ante el fumar más que el probado hecho de que fumar mata
gracias por tus palabras