por Hijadecristalero
Aunque el imperio se derrumba, este pueblo madrileño está lleno de niños disfrazados de monstruos que no engañan a nadie, niñas que se pelan de frío en sus bonitos disfraces de bruja y adolescentes que hoy saldrán hasta más tarde porque: ¡jo mamá, hoy es jálouin y sale todo el mundo!.
Este año, y debido a las quejas de los vecinos, que estamos hartos de que la chiquillería haya tomado la costumbre de tirar huevos- financiados por esos padres que nunca niegan nada- a las puertas que no se abren para darles chuches, la calle está, también, llena de policías en busca de abortos de pollo. Todo es tan surrealista…
Mi hija y su monstruosa careta duermen en casa de una amiga, que había invitado a varias niñas a dormir para contar historias de miedo. Mi hijo llega a la una de la mañana con todo el frío de la calle en los huesos, se sienta frente al fuego en esta casa de radiadores fríos por la crisis, y se calienta las manos como hace ciento cincuenta años lo hacía en la meseta castellana su bisabuelo, que seguramente nunca habría oído hablar de los Estados Unidos, y mucho menos de Jálouin. Me cuenta que ha llegado a casa huyendo de la policía- aunque él, por supuesto no ha hecho nada- exagerando y recreándose en la historia como buen hijo de escritora, me comenta divertido que hoy en todas partes los huevos estaban de oferta (a 80 céntimos la docena) y se va a la cama.
No me gusta nada Jálouin, me revienta.
Pero, si me dan a elegir, prefiero esta invasión a los bombardeos y las ocupaciones militares en busca de terroristas invisibles.
Y digo yo ¿era más fácil invadir Irak que llenarlo todo de McDonald´s y convencer a todos los niños iraquíes de que había que celebrar esta estúpida fiesta?