por Marisol Oviaño
Ilustración de Laura Wächter en Domestika
Que no se me enfaden los buenos padres, pero tengo la sensación de que los hombres son bastante más propensos a desentenderse de los hijos que las mujeres.
– Los hijos son de las madres –masculla el hombre que vive al filo.
– Todos los problemas vienen porque alguien se empeña en que los hombres sepamos quienes son nuestros hijos –opina Fernando, divorciado varias veces de la madre de su único hijo varón.
– La maternidad es algo natural –explica Manuel, psicoanalista setentón que enviudó joven y ha criado solo a sus dos hijos mayores-, pero la paternidad sólo es una cuestión cultural.
Y para mí que algo de eso hay.
Los hombres pueden tener varias familias a lo largo de su vida; las mujeres, solo una. Quizá por eso no son pocos los padres que desaparecen tras la separación o, cuando menos, se desentienden de la manutención de sus hijos y sólo se encargan de ellos cuando su agenda, su estado de ánimo y su economía se lo permite.
Al principio, la ausencia del padre es un infierno de caos en el que nadie entiende nada. Pero poco a poco todos se van acostumbrando a la situación: el padre a vivir ligero de responsabilidades, la madre a ser el sostén de la familia –con el poder que eso conlleva-, y los hijos a vivir su vida.
Para el padre es cómodo. Para la madre es muy difícil en lo económico, pero resulta muy gratificante en todo lo demás. Para los hijos… el tiempo lo dirá.
¿Qué tipo de familias formarán?