Miguel Pérez de Lema
Los madrileños no somos de los que se asustan fácilmente. Tenemos la piel muy dura, la polla muy gorda, y la sensibilidad muy maltratada por esta puta cerda de ciudad, por este cruce de caminos manchego/galáctico, por esta vieja viciosa sin la que no somos nadie. Con la huelga de limpieza es verdad que está más puta, guarra y tercermundista que nunca, pero nos la pela. Nos gusta su culo.
Hemos paseado hoy por todo el centro, Malasaña, Chueca, Sol, Lavapiés, Huertas, admirando los montones de detritus, pisando compresas sangradas, pañales cagados, condones lefados, cabezas de pescadilla, doscientas cáscaras de naranja de la máquina de zumos de un bar, bricks de Don Simón, botellas rotas, bolsas de basura rezumantes, una paloma recién atropellada, y lo hemos hecho sin poner una mala cara en todo el camino. Sin arrugar la naricita.
Hemos aspirado bien fuerte para alimentarnos de este aroma a mendigo, a perro mojado y a meada de borracho que ya concentra Madrid en sus mejores esquinas. Es verdad que la ciudad va pasando de lo moruno (lo dijo Ramón, «Madrid es moro») a las delicias de Calcuta, y lo próximo sería ver pasar flotando los cadáveres por el Manzanares, sin mostrar más que una vaga y cínica sonrisa, una sonrisa a lo madriles, to chula y to canalla.
Madrid es este pasear por las simas abisales del iberismo sin hacer preguntas, sin buscar inútiles soluciones, sin piarlas porque si una cosa tenemos clara es que por muy jodida que esté la cosa, siempre se puede poner peor.
Una respuesta a «Madrid guarra»
Ya estaba echando de menos este artículo.