por Marisol Oviaño
Imagen en contexto original: venus-85
Las ardillas saltan de rama en rama frente a mi ventana y, por supuesto, lo interpreto como una señal de buen augurio.
Si lloviera, también la lluvia sería un guiño cómplice.
Repaso una vez mi agenda para ver si no he olvidado invitar a nadie.
Pero lo he mirado tantas veces que ya no sé a quién he avisado dos veces y a quién ninguna.
Releo una vez más el capítulo del libro que Carmen leerá ante el público esta noche.
Repaso las notas de mi intervención, aunque sé que acabaré improvisando: llevamos mucho tiempo trabajando en este proyecto, me lo sé de memoria.
Veo una vez más el inspirado montaje para proyectar que el Deiviz ha preparado milagrosamente con las migajas que le di en un tiempo récord.
Las cajas con la segunda tirada de Seduciendo a dios llegan puntuales. Ayer recogí las camisetas del Ejército del Futuro en casa de Cris y Jose, las dejé en el maletero del coche para no olvidarlas.
Todo marcha según lo previsto.
Siguen llegando correos que confirman la asistencia de conocidos y desconocidos a la presentación.
Yo comeré con mi madre y después iré a casa del hombre en la sombra a terminar de atacar cabos y a entregar la cámara y el trípode al otro David.
En la cocina dejo preparados unos macarrones con jamón y chorizo para que los niños coman cuando vuelvan del instituto.
Alea iacta est.
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Yo no podré estar de cuerpo presente, pero os acompaño en espíritu y con mis oraciones. Y esperaré que deis cumplida cuenta del acto en estas mismas pantallas para saber cómo ha ido.
¡¡Qué vaya bien!!
¡Buena suerte!