Desde que Eude dejó el colegio, nadie me regala nada por el día del padre.
Hasta que empezó el instituto, la semana previa al 19 de marzo era un suplicio para ella: en clase dedicaban un rato diario a preparar el regalo. Mientras otros niños se esmeraban con ilusión, ella tenía que contener las lágrimas cuando la profesora le obligaba a escribir: “Te quiero, papá”.
Todavía no había aprendido a procesar la rabia, y lo resolvía todo a gritos, insultos, patadas y puñetazos. Yo asistía impotente a su sufrimiento, que también era el mío; a veces fantaseaba con ir a la guarida en la que su padre se había escondido del mundo y sacarlo de allí a la fuerza. Pero era consciente de que no serviría de nada. Y tampoco podía seguir asistiendo impasible a la autodestrucción de nuestra hija.
Estuve a punto de tirar la toalla infinidad de veces, de dar el asunto por imposible y dejar que mi pequeña se consumiera a fuego lento en el veneno del rencor. Pero cada vez que sentía la tentación de rendirme, me acordaba de algo que mi padre solía decirnos (y nosotros, adolescentes ignorantes, nos partíamos de la risa): “Si tú tienes un problema, yo tengo un problema”. Si mi hija tenía un problema, si mi hija sufría por algo que no estaba en su mano solucionar, yo no podía abandonarla a su suerte.
No fue fácil. Tuve que convertirme en un perro implacable para que ella empezara a luchar. Luchamos. Y le ganamos la batalla al rencor. Ahora que entra en el salón bailoteando con una sonrisa de oreja a oreja, me estremezco al pensar en qué se habría convertido si nos hubiéramos rendido.
– No me has comprado nada por el día del padre –le digo en broma.
– Espera –contesta riéndose-, que te hago la ola.
Y acto seguido, la hace.
Feliz día del padre a todos los padres que no se rinden.
3 respuestas a «mi regalo del día del padre»
Me he emocionado. Un gran abrazo para los tres.
Marisol, eres la caña!!!! Te quiero y eres la mejor madre/padre del mundo! Como ibas a rendirte? menuda estupidez!
Sólo quería animar a los padres y madres que están pasando por momentos difíciles.
La batalla que nos plantean los hijos es difícil, muy difícil.
Pero la recompensa de enseñarles a luchar es tan grande… No os lo perdáis.