El otro día me di cuenta de que paso por delante de los escaparates sin reparar en ellos. Lejos quedan los tiempos en los que era mujer. Aunque no tengo claro si esta extraña mutación de mujer a híbrido se debe a la ausencia de padre de familia o a no tener dinero. ¿Me detendría en los escaparates si me sobrara algo para trapitos?
Tal vez.
Eso me llevó a reparar en que hacía meses que no salía con un hombre. La crisis los ha dispersado a todos. Unos se han ido lejos, otros se han amancebado, otros han tenido que volver a casa de los padres, otros ya no tienen dinero ni para gasolina. Aunque, si he de ser fiel a la verdad, tampoco he tenido tiempo de echarlos de menos.Todo se me va en resistir: trabajar para ver si consigo que me entre más trabajo, pensar cómo ganar más dinero, trampear con los recibos, pedir prestado y devolverlo (cuando se puede), gobernar malamente la casa, educar someramente a los hijos –lo importante ya lo saben-, escribir y, cuando la cabeza no me da más de sí, ver la tele.
Soy como el hombre del que cualquier mujer se divorciaría.
– No sé –le decía el otro día a una amiga que está en una situación similar a la mía-, me da la sensación de que las mujeres que cargamos con toda la responsabilidad familiar nos acabamos convirtiendo en hombres.
Ella me miró como si de mi boca hubiera salido una gran revelación y asintió con un vehemente movimiento de cabeza.
– Somos hombres.
—-
hijadecristalero es autora de Historia de un desclasamiento
Una respuesta a «Cambio de sexo»
Discrepo profundamente, hijadecristalero.
Sin padre, sin familia cerca, con los amigos lejos, con criaturas muy menores de edad aún, con padres de criaturas que no ejercen responsabilidad alguna, si acaso, para joder más allá de lo imposible (que siempre es posible una vez más).
Con un accidente a cuestas del que aún no hay un alta, veinte meses después. Con una enfermedad crónica.
Más el añadido: la dificultad desgastadora diaria (D,D,D) para sacar adelante la unidad familiar (ahora), la familia (antes).
Aún así, y más aún, la autora de esta respuesta se siente más mujer que nunca. Mejor dicho, tan mujer como siempre. Mis caderas, mis pechos, mi actitud, se encargan de recordármelo.
Mujeres, las grandes luchadoras.
Y echo de menos en ocasiones (casualmente cuando ovulo -dictadura de la naturaleza-), echo de menos un hombre entre mis piernas.
Entre mis piernas, entre mis sábanas, entre mis vinos.
Lástima que no me valga cualquiera.